Semblanza.

 

 

El año inmediatamente anterior, 26 de septiembre, el periódico El País de Cali publicó una breve semblanza biográfica en sus páginas, la columna escrita por el periodista Santiago Cruz Hoyos se tituló GUARDA DE LETRAS, haciendo referencia a mi profesión actual, Guarda de Seguridad en el Ingenio del Cauca, en cuya empresa puedo contabilizar cerca de veinte años de servicio. Días antes de la publicación el periodista se contactó vía telefónica conmigo atraído por la noticia de mi participación en un evento literario internación y por el cual obtuve reconocimiento como finalista. Fueron seis las ocasiones en las que he quedado finalista y los textos formando parte de los libros recopilatorios para ser editados y difundidos a lo largo y ancho del Continente. Al periodista Santiago Cruz le pareció que era justo mencionar mi modesta incursión en el mundo de las letras y lograr con ello figurar ya como una promesa en el campo de la literatura. Y sin saber yo que se trababa de una entrevista, sostuvimos una amena conversación con Santiago la cual sirvió de base para la crónica que publicó en El País ese domingo 26 de septiembre de 2020. Mi sorpresa fue grande cuando encontré un mensaje en el WhatsApp donde me decía “listo, ya puedes leer lo que está en el periódico”. Es difícil describir ese cúmulo de emociones y tratar de entender que, gracias a un propósito manejado dentro de la mayor discreción y soledad posibles, se haya logrado alcanzar un reconocimiento a tu trabajo. El acto de la creación literario es el más solitario del mundo, y ahí no estás acompañado de nadie, sólo de tu talento y de las ganas de expresar algo que aprendiste con todo lo que has vivido y lo que has leído. Muchas veces, siendo bastante joven aún, recibí algunas reprimendas de mis mayores a los que no les pareció bien que gastándole tanto tiempo a los libros yo pudiera lograr algo importante en la vida. Entendí que ellos estaban equivocados, y yo, sin que ellos lo notaran, feliz y satisfecho de ir avanzando por el camino correcto. Desde entonces nunca he dejado de leer y de escribir. Y así como he llenado cuadernos enteros con historias, también los he destruido para volver a empezar. Es la única forma de escribir con juicio, pero sobre todo para aprender a escribir bien. Algunos de mis amigos, incluso familiares, me han dicho que he desperdiciado el tiempo, pero ya no porque me la paso escribiendo sino por no haber publicado desde mucho antes todo eso que escribo, que qué es lo que estoy esperando. Que soy un talento desperdiciado en pocas palabras. Yo también me hago la misma pregunta y les juro que tampoco me explico a qué se debe esa falta de comprensión conmigo mismo.  Bueno, por si no lo sabían, este mes cumplo 61 años, eso será el 28 de junio, ya casi, pero eso no me somete a ningún orden estricto de comportamiento especial, lo tomo como si nada, nunca me he considerado "un adulto" en el sentido rotundo de la palabra. Para mí cumplir años sólo quiere decir que llevo viviendo esos años en este mundo, en la vida toca celebrar o festejar algo, y cuando llega esa fecha, la de mi cumpleaños, la tomo como un acontecimiento secundario, sintiendo, o comprobando mejor, que nada dentro de mí ha cambiado, que vivo y disfruto la vida como desde aquella primera vez en que, teniendo uso de razón, y siendo muy niño aún, quizá diez años, entendí que los años no envejecen a nadie, que antes bien le dan fortaleza, autoridad y sabiduría a la persona para asumir el tiempo o los tiempos que llegan manteniendo el cuerpo, la mente, el alma y el corazón en sintonía con el universo, es la única manera para no envejecer nunca, para no marchitar la existencia de  ese niño que llevamos dentro. Seguir siendo ese adolescente eterno que llevó a la práctica Andrés Caicedo y por el cual nunca envejeció, ni en su vida personal, ni en su obra. Como tiene que ser.

Escribir. Siendo muy niño mi madre me inclinó a realizar dicho ejercicio. Escribir es bueno, decía, despierta la mente y mejora tu letra. Puntualmente acudía a primera hora de la mañana a la pequeña mesa de madera, cuaderno en mano, para ponerme yo a escribir lo que ella me iba dictando. Nombraba lugares, cosas, personas. Haz con estas palabras oraciones, decía, y sin darte cuenta, tendrás una historia. Los seres humanos estamos hechos de historias. Y si observas bien el paso de cada uno de ellos, descubrirás voces ocultas, gritos tal vez, sentimientos y emociones de diversa índole en sus rostros. La lección recibida me permitió escudriñar en aquellos aspectos de la vida en los que al principio denotaba desinterés, pasaban desapercibidos para mí. Siempre hay algo escondido en alguna parte. Algo que quiere mantenerse oculto por alguna razón. La labor del escritor es esa, ir, preguntar, conocer, indagar. Yo no puedo hacerle un poema o una crónica a la Laguna de La Cocha sin haber estado allí, sumergiendo los dedos en sus aguas heladas, y saboreando una deliciosa trucha sacada de allí mismo. La experiencia me lleva al conocimiento. Tengo conocimiento del sitio, por lo tanto, estoy en capacidad de describir aspectos que la identifican, que dicen cómo es. De allí nace la narración, a partir de allí se cuenta la historia. Lo que me decía mi madre era cierto, tenía mucho sentido: no se cuenta sin haber vivido las cosas como son, como en algún momento de la vida nos afectaron positiva o negativamente. Con el tiempo me fui ejercitando en este silencioso ejercicio. Lo que escribía lo iba guardando con el único objetivo de saber los por qué de cada situación, y revisar mi propia historia. Algo de lo ya escrito ha traspasado el umbral de la intimidad, navega con luz propia en busca de horizontes promisorios. Hago referencia a mis participaciones en eventos literarios internacionales, y que parte de esos trabajos escritos encontraron la aprobación esperada para ser puestos en un libro y que mucha gente los lea. Comenzando este año 2021 recibo una vez más la grata noticia por parte de las plataformas españolas El Muro del Escritor con su VI Concurso Literario de Microrrelatos convocado el mes de diciembre, y de Letras como Espada, VI Concurso Literario de Microrrelatos del mismo mes, de mi inclusión en los libros recopilatorios correspondientes a ese evento, libros editados y difundidos para todo el Continente por parte de estas editoriales. No me queda más que citar un breve párrafo del escritor británico Julian Barnes para comprender que los ciclos en la vida de una persona te permiten llegar a ser lo que quieres ser. Dice Barnes: “Cuando eres joven quieres que tus emociones sean como las que se contaban en los libros. Más tarde, creo, quieres de ellas algo más tenue, más práctico: quieres que sostengan tu vida tal como es y ha llegado a ser. Quieres que te digan que las cosas están bien”. He luchado en contra de muchos obstáculos para mantener esas emociones de juventud en su nivel más alto. Ahora me doy cuenta que tienen toda la consistencia del tiempo vivido para no preocuparme más de la cuenta. La vejez no me asusta. Es que ni siquiera la tengo presente como un factor adverso a mis aspiraciones de creación individual. En el plano literario me he planteado un reto y lo voy a cumplir. Personalmente espero, de todo corazón, que así sea.

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