Un acto invisible de amor.
Cuando puedo, cuando el tiempo siempre esquivo y escaso me lo permite, salgo con sigilo de la casa, recorro las tres cuadras que me separan del sitio donde debo abordar la buseta, la Sultana, me acomodo en cualquier asiento, ojalá que tenga acceso a la ventanilla, me gusta ver el paisaje, el mismo paisaje visto cincuenta mil veces visto, durante ya veinte años seguidos, supongo, así que son muchas más veces, pero que nunca me entristece ni me abstrae, todo lo contrario, me llenan el alma de una alegría infinita, siempre nueva, siempre reconfortante. Es mi camino de entrada y de salida a mi logrado paraíso, donde con esperanzas puestas a volar sobre nubes, fundé un sueño llamado hogar, familia, felicidad en el más amplio y sagrado conjunto de la expresión. ¿A qué voy ahora? ¡A comprar libros! Libros que me hacen falta, que debo leer, o que ya leí y quiero volver a tener por haberlos perdido. Quiero que mi casa esté llena de lib