LA MUERTE Y LA NIÑA
Una calle apenas transitada. Un árbol agitando parte de sus ramas al paso de un viento imprevisto. Una niña estacionada con su bicicleta bajo su sombra. Distraída, revisa el celular mientras tanto. Un hombre sobre el andén en actitud de espera. De vez en cuando gira la cabeza para cerciorarse de posibles movimientos alrededor. Demuestra, sin embargo, confianza. Un ciclista que aparece en la distancia. Va en dirección donde están ellos, la niña y el hombre. Ninguno se inmuta. Todo parece ser normal. La rutina callejera, de todos modos. Gente que va, gente que viene. Cuando el de la cicla llega apunta contra el hombre y dispara. Uno. Dos. Tres tiros certeros. El homicida es joven. Casi un niño. La reacción de la niña es ciega. En medio de la sorpresa no sabe qué ocurrió. Ve a la persona, al hombre del andén, desplomarse. Ella, con el celular aún en la mano, trata de golpear al agresor. De agarrarlo de la camisa en medio del desespero. El de la cicla ni siquiera le presta atención. Con