El árbol
No digo que siempre fue así. No. Fue a partir del día en que los hombres derribaron el árbol. Fue un golpe muy duro para él. Iba por las tardes a sentarse bajo su sombra a pensar sus cosas. A dejar pasar el tiempo sin más ni más. Nunca explicó ni dio razones de nada. Sentado ahí, como desafiando las sombras de una multitud inexistente. Hasta que un día (me acuerdo que era martes) llegaron dos individuos con overol y cascos. Portaban una motosierra. Desde acá, de la casa, seguí con atención sus movimientos. Empezaron a caminar alrededor del árbol mirando siempre hacia arriba. Iban siendo ya las siete de la mañana. Miré hacia la cama. Uriel dormía plácidamente. ¿Pasará lo que estoy pensando?, me dije asomándome de nuevo a la ventana. Uno de los sujetos empezó a escalar por el tronco utilizando unas cuerdas. Cuando estuvo acomodado arriba le hizo una señal al de abajo. Este amarró del extremo de la cuerda la motosierra. El otro empezó a halar. Y cuando tuvo el artefacto en las manos emp