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Mostrando entradas de octubre 30, 2022

Los sobrevivientes del río

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  Era una tarde, después del almuerzo. El calor nos estaba martirizando en la casa de madera con techo de zinc. Quedaba ésta en la parte alta del terreno de la finca. Con mis hermanos nos quitamos la ropa y nos pusimos las pantalonetas de baño. El río, como un espejo líquido reflejando los rayos del sol, nos retaba a zambullirnos en sus aguas. Bajamos corriendo el sendero descendente  para llegar a la ribera. Esta rutina la teníamos establecida desde que llegamos a la finca, desconociendo los llamados de advertencia de los colonos y pescadores advirtiéndonos del peligro que ofrecía el caudal del inmenso río. El río Mira. Aquí se han ahogado nadadores experimentados, gente con mucho conocimiento de su curso, nos decían los nativos que pasaban en canoa. No se confíen, muchachos. Háganlo por su bien. Pero imbuidos de una extraña confianza, hacíamos caso omiso, y nos lanzábamos sin ningún atisbo de temor a las profundidades. Nos mencionaron incluso la existencia de animales acuáticos gigan

Recuerdos y nostalgias

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  El antiguo Seguro Social en la avenida Vásquez Cobo donde tuve la oportunidad de laborar en el año de 1992. Mi desempeño en la morgue, inicialmente, me llevó a comprender que no somos nada, que ahí acaban todas las pretensiones y orgullos humanos, ver esa gente ahí amontonada en ese cuarto frío, hermético, con apenas una sábana encima. También entendí, emulando a Poe, que a la muerte se le toma de frente con valor, dándole la oportunidad de que se tome una copa alrededor de una buena charla. Yo hacía eso en las largas noches que me tocó soportar el peso de la muerte ajena no justamente proponiendo el brindis con algún repentino licor, pero sí con una buena taza de café bien caliente. La paz que se respiraba era total. 4 de noviembre de 2022, viernes. Ciudadela Bonanza, Jamundí. (Foto tomada de la página CALI AYER CALI HOY-Wilson Vallejo Rieti)

Mensajes

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Recorrer la ciudad desde un bus intermunicipal, viajar en silencio a pesar de las conversaciones hilarantes de los pasajeros, sus quejas, sus abruptas exclamaciones al acordarse de algo, el  barullo percibido a través de la ventanilla en el asiento donde voy, la ciudad en pleno apogeo, sus progresos y miserias. La ciudad sale de su letargo nocturno, se despierta, seduce, atrapa. En mi celular llevo textos, libros que leo apenas la ocasión me lo permite. Imposible sustraerse al influjo de Kavafis. Especialmente por su poema, La ciudad. Busco, encuentro:  Dices: “Iré a otra tierra, hacia otro mar, y una ciudad mejor con certeza hallaré. Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado, y muere mi corazón lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez. Donde vuelvo los ojos solo veo las oscuras ruinas de mi vida y los muchos años que aquí pasé o destruí”. No hallarás otra tierra ni otro mar. La ciudad irá en ti siempre. Volverás a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará t