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Mostrando entradas de junio 18, 2017
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La agonía del Tosco. La casa seguía estando allí, sin nada que la hubiese modificado. Lúgubre y silenciosa. Con esa sensación de abandono en sus puertas, pisos y  paredes. Eché un vistazo al dormitorio principal, último refugio de mi abuelo. Me espantó el olor a humedad y el frio represado allí adentro.  La oscuridad era otro de sus tristes distintivos. Casi que vi la silueta inclinada del abuelo sosteniendo el periódico al lado de la ventana. Preferí dar la vuelta y seguir inspeccionando el lugar. Di  con la puerta de la pieza contigua donde él expiró en brazos de mi tío Ernesto. Era un miércoles si mal no recuerdo.  Serían las nueve de la mañana cuando vi su pecho estremecerse con el abrupto estertor de la agonía. El  llanto de los familiares que lo rodeábamos en ese momento invadió el ámbito de la casa. Yo abracé a mi padre muy fuerte con la clara evidencia de tenerlo  vivo por el resto de la vida. Nos acostumbramos a verlo como un ser dotado de una enorme capacidad y resiste
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Año 1960. Mis primeros meses en Cali. Cuando mis padres llegaron buscando su futuro con el primogénito en brazos. Dice mi padre que la ciudad en aquel tiempo era muy tranquila, con gente solidaria que le tendió la mano. Nuestra residencia quedaba en la calle 15 con carrera 15. Mi tío Gilberto Pabón era un comerciante muy prestigioso y reconocido. Era el dueño de la Ferretería Pabón. Papá le ayudó junto a otro de mis tíos, Luis Eduardo, "el tío Lucho", fallecido hace quince dí as en Pasto. La estadía de papá no fue muy fructífera. La nostalgia de la tierra le pudo más. Regresó a Pasto al cabo de poco tiempo, después del nacimiento de su segundo hijo, Felipe Andrés. Quedaron estos recuerdos. Una mamá muy joven, un padre orgulloso y enamorado, un hijo que tal vez nunca quiso irse al entender que este era su sitio, la ciudad de sus sueños. Volvimos, retornamos ya adultos todos, reconquistamos el sueño, trajimos a nuestros padres, los condujimos de nuevo al escenario de sus amores
Las falsa victorias. La presentación del Deportivo Cali anoche en el Atanasio en la disputa del campeonato del fútbol profesional colombiano deja sólo una conclusión: el desborde grotesco con que una buena parte de la afición vallecaucana, en este caso contraria a los afectos del equipo verdiblanco, se materializó en diversas expresiones que evidencian no sólo el regocijo por la desdicha ajena sino que dejan traslucir sentimientos de odio y frustración que no se justifican ante un resultado adverso y en cierta manera natural como el sacado anoche por el Deportivo Cali. Yo estoy sorprendido por esa gran capacidad de mofa del que hace gala la gente al llevar al máximo del ridículo a un equipo cuyo único pecado fue disputar la final de un campeonato, lo cual no ocurrió con los otros equipos de la liga que quedaron en el camino, sin ninguna posibilidad de hacerlo. Me parece que no es civilizado ese comportamiento, yo como hincha vivo el fútbol para divertirme, no para obtener consecuenc