Tenía dicho que:
Siendo una hora tan avanzada de la noche, con la imagen de tu cuerpo y el resplandor de tu mirada apoderándose definitivamente de mis ojos insomnes, me urge escribirte una carta. Bueno, lo menos que yo quiero es causarte tristezas y que eso te ponga pensativa. Empezaré por lo más obvio: he tomado una decisión, querida mía, quizás la más disparatada pero necesaria, algo que tarde o temprano quería que supieras. Es preciso ante todo que entiendas y aceptes de una vez la importancia de mi propuesta para comenzar esa vida de amor y felicidad que juntos anhelamos desde lo más profundo de nuestros corazones atormentados. Insistes en saber si te quiero realmente, deseas convencerte si no estoy tratando de convertirte en otro instrumento más de mis caprichos; para tu tranquilidad te confieso que en todas esas ocasiones me he visto obligado a callar para no tener con ello que herir los sentimientos de tu hermana, de la que creí estar ciertamente enamorado. Hoy puedo asegurarte sin temor a e