Tenía dicho que:


Siendo una hora tan avanzada de la noche, con la imagen de tu cuerpo y el resplandor de tu mirada apoderándose definitivamente de mis ojos insomnes, me urge escribirte una carta. Bueno, lo menos que yo quiero es causarte tristezas y que eso te ponga pensativa. Empezaré por lo más obvio: he tomado una decisión, querida mía, quizás la más disparatada pero necesaria, algo que tarde o temprano quería que supieras. Es preciso ante todo que entiendas y aceptes de una vez la importancia de mi propuesta para comenzar esa vida de amor y felicidad que juntos anhelamos desde lo más profundo de nuestros corazones atormentados.

Insistes en saber si te quiero realmente, deseas convencerte si no estoy tratando de convertirte en otro instrumento más de mis caprichos; para tu tranquilidad te confieso que en todas esas ocasiones me he visto obligado a callar para no tener con ello que herir los sentimientos de tu hermana, de la que creí estar ciertamente enamorado.  Hoy puedo asegurarte sin temor a engaño que nunca, jamás he dejado de pensar en ti. Prueba de ello es la discreta pero indeclinable admiración que me alienta desde el primer día que visité tu casa y te vi mirándote al espejo mientras retocabas tu hermosa cabellera rubia. La impresión que me causaste dejó honda huella en el alma y desde entonces no he podido sacarte de mis pensamientos. Hoy, pasado un tiempo ya, y gracias a nuestros breves pero emotivos encuentros, puedo corroborar una gran verdad: te amo y te deseo con todas las fuerzas de mi corazón. Lo único que puedo asegurarte es que mi devoción hacia ti nunca decayó a pesar de las ingratas circunstancias que amenazaron con malograr nuestras ilusiones. Era un riesgo muy grande,es cierto, pero había que correrlo. Lo que vivimos y descubrimos después no se puede describir con palabras. Sólo la piel y las sensaciones descifraron ese lenguaje secreto que brotó de las entrañas. "¿Y que tal si quedo embarazada?", me dijiste en medio de todo ese placer causado por mis besos y mis caricias. Te respondí que eso remediaría todos nuestros problemas. Empezando con la ruptura inmediata con tu hermana para demostrarle que siempre fuiste mejor que ella. Esto que hoy sentimos los dos no es el producto de la soberbia, el desquite ni tampoco de la decepción: es el descubrimiento de un amor auténtico y verdadero, inspirado como debe ser con los mejores deseos y propósitos. No vayas a confundirlo con un capricho pasajero, "el trapo que se usa y luego se deja tirado" (la expresión es tuya mi vida), porque para llegar a hacer lo que hicimos, se necesitaban razones de amor, de atracción y mucho entendimiento. De no ser así, yo no tengo ningún inconveniente en continuar mi relación con tu hermana y llegar hasta sus últimas consecuencias. ¿Te fijas? Pero ella no ha sido del todo honesta conmigo y fuiste tú precisamente quien me abrió los ojos. Gracias a tu oportuna intervención pude descubrir esa terrible verdad a la que quise sustraerme por efectos (primero) de la pasión demostrada por tu hermana, y su determinación (segundo) de involucrarme en un juego siniestro en el que ella, sin ningún pudor, y haciendo gala de una astucia impredecible, quiso convencerme de su "amor" con el único objeto de encubrir sus faltas. La culpa de todo lo que pueda pasar ahora nunca será tuya sino de ella. En su propia traición encontrará el castigo.

No vayas a asustarte ahora por ser el objeto de mis pretensiones. Te amo, y es lo menos que puedo decirte en calidad de confesión. Y no te amo sólo por mi cuenta: nos amamos, mi tierna princesa, y tienes la edad suficiente para decidir por ti misma ese futuro de dicha y felicidad que te mereces estando a mi lado. Lo que piense y diga tu familia no debe ser motivo de renunciación. Eres buena, noble e inteligente. Y el sabor de tus besos es el néctar más delicioso que yo haya podido saborear de boca alguna. Espera a que estemos juntos para demostrarte toda la pasión que tengo reservada para ti. Muy distinto a lo que pudo inspirarme tu hermana, que entre "idas y venidas" por sitios de recreo y demás lugares de dudosa procedencia fue dispersando sus encantos y bondades sin llegar nunca a distinguir entre sana diversión y resuelto libertinaje. Temo que su influjo dañino haga mella en tu alma de niña. Me atrevo entonces a insinuar que debes dejar tu casa y buscar un sitio adecuado para la provechosa terminación de tus estudios. Es obvio entonces que haya una persona que se haga cargo de ti con todas las posibilidades que esto implica. Alguien debe estar cerca tuyo para cuidar y vigilar de tus procesos y adelantos en este asunto. Debo impedir a todo trance que tomes caminos equivocados donde puedas ser víctima de chantajes o insinuaciones malévolas de gente oportunista y de peligrosa moral. Me consta que por ahí ronda un tal Argemiro, más conocido como "Carpintero". Conozco esta clase de individuos y espero que nunca le cedas un palmo de terreno para acercarse a ti. Debo prevenirte acerca de tipos aprovechados como ése. ¿Cómo podría dejarte para pasto de las bestias justo allá, donde no existe el menor respeto ni consideraciones al género femenino, sobre todo? Porque no vamos a negar que el índice más alto de maltrato y abuso sexual lo ostenta tu querida población, alma mía. Y nadie vio nada. Y nadie dice nada tampoco. El silencio y la impunidad marchan de la mano del morbo y la perversión. Y lo más grave es que son ustedes mismas, las mujeres, algunas de conducta disipada, las que fomentan este tipo de atrocidades en contra de su honra y dignidad. Ahí está el caso de tu prima Leticia, que siendo tan joven, se quedó ella sola lidiando con cinco hijos, todos de padre distinto. ¡Y ya estaba circulando la información que la mayorcita, niña aún, se le está viendo barriguita! ¡Qué horror si ni siquiera ha dejado sus muñecas! Qué pasa con la gente, por Dios. ¿Y qué pasará ahora, me pregunto, con la ingenua Leticia, embarazada de su sexto hijo? Dicen las malas lenguas que detrás de este encomio, tanto el de la madre, como el de la hija, está el mentado Carpintero, a quien deberían dar su buena paliza y desterrar del pueblo como vil delincuente. La situación es crítica y deben tomarse cartas en el asunto cuanto antes mi cielo. Ven, hermosa mía, ven lo más pronto posible. Escápate, si puedes, y no vuelvas los ojos atrás. Si es preciso voy y te traigo conmigo una noche de éstas, cuando todos duerman y nadie, ni siquiera los perros, se percaten. Ven y acude a la vez en mi auxilio, mira que vengo todas las noches al peor lugar que puedas imaginarte a contar muertos, y eso me torna demasiado triste y un poco fantasma también. ¿Vendrás?

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