La murga de mi mamá
Se acabó la música. Muy temprano. Cuando apenas se le estaba cogiendo el ritmo al son. Y eso que estaba a palo seco. Qué tal si me hubiera dado por destapar la caneca para alebrestrar los animos. Pero yo soy un tipo consciente y muy serio. Sé perfectamente cuándo tomarme un trago sin mortificar a nadie. Además hoy apenas es miércoles. Debo ser solidario con la gente que trabaja. Los que madrugan a las cuatro de la mañana para regresar a las siete u ocho de la noche. A mí ya me pasó. Siente uno que ha dejado un pedazo de cuerpo en alguna parte. Las ganas de tirarse a la cama te dominan. Pero si el día ha sido largo, la noche avanza tan rápido que apenas tienes tiempo de darte un baño, prepararte tu comida, lo que vas a comer en ese instante y lo que vas a llevar al trabajo, bajo ningún punto quieres mirar el reloj. Si tienes la tele encendida sabrás la hora por el programa que están pasando. Es por eso que la hora no cuenta sino el tiempo que se te viene encima. La noche. La bendita no