Carta a mi padre
Septiembre 4 de 2022
Querido papá: Hoy nos hemos levantado
temprano, tenemos la misa por los primeros dos meses de haber partido tú de este
mundo al reino celestial, no ha sido fácil acostumbrarnos a esta triste
realidad, el vacío de tu ausencia pesa demasiado, pero no quiero detenerme en
pormenores que nos llenen de aflicción. Hasta en los últimos días de tu
existencia reiteraste que la vida de cada uno debía transcurrir con normalidad,
recordando siempre tus buenos ejemplos y enseñanzas. Es así como honramos tu
memoria, celebrando tu legado, padre amado. Siendo un niño todavía, escuché
hablar “de las corrientes de la vida”, imaginando que un río desbordado se
encargaba de arrasar con todo, no dejando nada a su paso. En poco tiempo
entendí que se trataba de la dureza de la vida y los estragos que podría causar
cuando se sale de control. ¿Se llegaba a la vida a cumplir una misión o una
condena? Cada acto, cada acción emprendida de mi parte, surge necesariamente de
experiencias sostenidas tanto en el plano mental, sensorial y emocional, que me
llevan a tomar decisiones. Hay una frase que me gusta repetir por su poética y
musical contundencia y es “no se trata de sufrir me tocó a mí en esta vida,
sino de agúzate que te están velando”. ¿Te acuerdas papá cuando nos sentábamos
a conversar en la sala de la casa recordando esos tiempos difíciles,
complicados, en que parecía que el mundo se nos venía encima y no teníamos
escapatoria? ¡Qué ilusos fuimos al creerlo así! Era una prueba más a la que nos
sometía el destino para sopesar nuestra fortaleza. Porque de miedos y de
debilidades estamos hechos. Ninguna circunstancia, por drástica que haya sido,
tuvo el suficiente poder para devolvernos en el camino, enclaustrarnos en el
fracaso, y morir allí. Viviste tus buenos 95 años papá, y no era sino verte
para saber que le habías ganado esos retos planteados a la vida. Todo llega y
todo pasa, la luz aparece siempre al final de las noches más oscuras y
tenebrosas. ¿A qué me refiero con esto, papá? A que fuiste un buceador de
profundidades en busca de tesoros escondidos. Los hallaste, y en demasía. No
eran éstos materiales, que eso poco te importaba. La riqueza encontrada era tu
sabiduría, suficiente para sostenerte como un guardián de tus propios
conceptos, de tus ideas y convicciones. Creo entonces que uno debería ser capaz de
levantar su propio edificio existencial sustentado en bases sencillas que permitan distinguir entre lo bueno y lo malo para no claudicar en lo primero y
entronizarse en lo segundo. Con la bondad construyes y haces justicia, con la
maldad destruyes y traes amargura y desolación, decías. Sin embargo, muchas
situaciones de zozobra vividas en nuestro país te producían un silencio dubitativo,
quizás cercano al escepticismo. Las cosas en la patria nunca han estado gozando
de buena salud, nuestros gobernantes, en mayor grado los que habiendo sido y ya
no son, se encargaron de anticipar la descomposición del cadáver con acciones
propias de buitres carroñeros. Y siguen
merodeando con banderas hipócritas, pregonando sus políticas funestas y
decadentes “de paz y reconciliación” con sangre aún en las manos. Es lo que más
te indignaba papá, la historia en trance de seguir repitiéndose si nos dejamos
engañar por los que ya nos engañaron. Hoy el día está esplendido, el cielo
demasiado azul con una cometa tardía elevándose más por la impaciencia del niño
que la sostiene que por el aire existente a su favor. El clima está loco, los
tiempos han cambiado tanto que la nostalgia termina por embargarnos irremediablemente.
¿Hacia dónde nos lleva la era de la tecnología y la inteligencia artificial? Quiero
conservar la calma, papá. Al menos ya se escucha con alborozo en la emisora que
desde septiembre se siente que viene diciembre… ¡El dulce, la natilla y los
buñuelos nos esperan! Serás nuestro invitado de honor, pondremos como siempre
el asiento en la cabecera de la mesa, eso ya depende de nuestros corazones
hacerlo posible, sigues, estás entre nosotros, te sentimos, te palpamos,
adivinamos tus gestos, palpamos o mejor detectamos tu presencia, eres un ser de
luz, si hasta escucho cuando me dices ¿Qué turno tiene hoy en su trabajo, mijo?
y yo respondo, siento la necesidad de hacerlo ahora, y decirle “el de anoche
fue el último turno en mi trabajo, papá, ya no regreso más, me pensionaron”. ¡Cómo
me hubiera gustado decírtelo en vida, tú que tan pendiente estuviste de ese proceso,
querido papá! Mi ciclo laboral terminó, me apresto a empezar una nueva etapa al
lado de los seres que más quiero, y con lo que más me complace hacer: mis
libros, libros y más libros, los que me regalaste y los que conseguí después, esos
que encontraba por ahí, en las ventas callejeras, en las librerías de segunda,
y que encaletaba cuidadosamente entre mis ropas o en el maletín del diario para
que en la casa no me dijeran que habían otras necesidades urgentes, que me
fuera poniendo serio porque con los libros no íbamos a comer… ¡Qué culpa de
haber sido y seguir siendo un sinvergüenza, un vicioso de la lectura papá! Pero
sí, tienen razón, dejaré de comprar libros, haré mejor que otros compren los
míos, te lo prometo.
Nicolás Figue/Vocesdispersas, septiembre 6 de 2022
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