Las falsa victorias.

La presentación del Deportivo Cali anoche en el Atanasio en la disputa del campeonato del fútbol profesional colombiano deja sólo una conclusión: el desborde grotesco con que una buena parte de la afición vallecaucana, en este caso contraria a los afectos del equipo verdiblanco, se materializó en diversas expresiones que evidencian no sólo el regocijo por la desdicha ajena sino que dejan traslucir sentimientos de odio y frustración que no se justifican ante un resultado adverso y en cierta manera natural como el sacado anoche por el Deportivo Cali. Yo estoy sorprendido por esa gran capacidad de mofa del que hace gala la gente al llevar al máximo del ridículo a un equipo cuyo único pecado fue disputar la final de un campeonato, lo cual no ocurrió con los otros equipos de la liga que quedaron en el camino, sin ninguna posibilidad de hacerlo. Me parece que no es civilizado ese comportamiento, yo como hincha vivo el fútbol para divertirme, no para obtener consecuencias dañinas que me compliquen y perjudiquen la vida. De la única realidad que puedo estar seguro es de que un resultado en una cancha no me va a transformar el mundo que he conquistado para mi, eso lo hago día a día yo mismo con trabajo, con dedicaciones y esfuerzos muy personales que me permiten mejorarlo y hacerlo agradable para mi gusto y el de mi familia. Lo otro es secundario, no está incluido en un nivel urgente de prioridades, yo estoy viendo fútbol desde los diez años, también lo practiqué, me divertí mucho jugando y haciendo goles, pero jamás por causa de un mal resultado o una derrota he quedado envenenado y con ganas de matar a nadie como tristemente se hace ahora. Al fútbol lo está llevando al fracaso los malos hinchas, esos que por el sólo hecho de ponerse una camiseta con un color determinado se creen los dueños de la vida de los demás y terminan quitándosela por el simple placer de verlos caer con un puñal clavado en su cuerpo. ¿Cómo se le puede denominar a este acto demencial de abuso y de violencia? ¿Poder supremo de los más fuertes, en este caso de los delincuentes y criminales camuflados dentro de una camiseta deportiva para instaurar su imperio de terror? ¿Terror impuesto detrás de un slogan o una bandera con signos provocantes y alusivos a la muerte para atemorizar, someter, agredir y destruir? ¿Es así como queremos vernos los unos y los otros sólo porque te vestís de un color y yo de otro? No piensen que con eso ganamos, esa es la peor mentira que se puede meter la gente a la hora de cantar su falsa victoria. La vida continúa después de pasar el rato de euforia que dejan los "enfrentamientos" por un titulo o un resultado. Tenés que levantarte temprano a trabajar, coger tus cosas y abordar un bus que te mantendrá lejos de tu casa y de tu familia por una determinada cantidad de tiempo. Y sales con la ilusión de volver, de regresar y abrazar a tu gente. De darles esa verdadera felicidad que ellos necesitan. Y eso no te lo da el resultado de un equipo ni una copa que después exhiben en sus sedes lujosas al que nunca tendrás acceso, una copa que nunca podrás ver en tu desdichada vida. A dónde radica la gracia entonces. ¿Y te envaneces por algo que no es tuyo? ¿Que en ningún momento te va a representar un beneficio de orden personal o familiar que mejore tu calidad de vida? He visto hinchas del Cali y del América pregonando victoria antes de los partidos, sin voz casi en la garganta de tanto gritar, y al otro día tener que verlos rumiando un destino incierto con el rictus de la miseria colgando del rostro. ¿Será que el equipo de sus amores pensará en ellos y acudirá como acuden ellos a exponer el pellejo para socorrerlos siquiera con una moneda? El fútbol es una cosa, pero la vida es otra, el compromiso más serio de todos, en el cual hay que amarrarnos bien los cordones de los zapatos para no tropezar y caer. Ya lo dije ayer después del partido: Nacional hizo lo que Cali no hizo en Palmaseca, Goles. Felicito al equipo de la montaña y a sus hinchas que son muchos, incluso en el valle. Y gracias Cali por darnos alegrías y llegar a esa última instancia, el de la final de esta primera fase de la liga del fútbol profesional colombiano. Vendrán tiempos mejores, como decía el personaje de un cuento de Andrés Caicedo, el escritor de ¡Que viva la música!, que también fue hincha del Deportivo Cali, pero optó por morirse por cuenta propia a los veinticinco años para no tener que soportar el desencanto de una vejez impune.

Ricardo Figueroa-La Máquina de Escribir/ Autor.

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