Secuencias.
Terminado el aguacero emprendí camino
hacia el centro de la ciudad por toda la octava. Llevaba en la mente fija la
idea de cumplir con mi propósito de antemano convenido así vuelvan a caer rayos
centellas y toda el agua que quiera caer de ese cielo roto. Era ahora o nunca.
Miré hacia el cerro de las tres cruces. Había una claridad promisoria que daba
facultad a las cruces en todo el pico de la loma de resplandecer con luz
propia. Eso me dio ánimos. Ya estaba atravesando la veinticinco cuando escuché
salir de un localcito de comidas la entrañable melodía: “…del barrio obrero a
la quince un paso es, cantando bajito yo me iba a pie…” Miré y vi que había
tres personas tomando gaseosa. Uno de los que estaban allí me dijo “¡padre,
colaboráme para comprarme un pancito, disculpá que te moleste…!” Saqué un
billete de dos mil y se lo pasé. Los otros a una sola voz dijeron “¡Dios te
bendiga padrecito ahora si podemos desayunar completo…!” Pensé al borde del
arrepentimiento y de la culpa que con dos mil pesos no iban a desayunar
completo. A no ser que con eso ajusten para lo que querían comer. Si acaso un
pan de dos mil. O qué se yo. Así el sol brille para todos la suerte nunca
sonreirá igual para la mayoría. Unos ríen, otros lloran. Duro. Muy duro y no
tan fácil de entender. ¿Es la ley de la vida? Aceleré el ritmo de mis pasos
casi que al unísono de la canción “…por causa de un piragüero que ofrecía su
piragua por causa de un piragüero que ofrecía su piragua yo gastaba mi dinero
que tenía pa´ la guagua…” Lo bueno de vivir en Cali, dije para mis adentros.
Mientras la música suene la gente olvida sus pesares. No es sino ver a los
mendigos, a los habitantes de la calle con su costal a cuestas, vueltos unas
piltrafas humanas, pero marcando el ritmo apenas la melodía llega a sus oídos. Es
como si recibieran el antídoto contra la muerte misma. Nos curamos con salsa, señores. Cógelo suave
al ritmo de clave la orquesta Lebrón tiene la llave invitación al son montuno
levántate men y ponte duro. El sol ya estaba calentando fuerte. Como tiene que
ser. Aquí no está permitido el frío. Llegando a la calle once con sexta me
refrescaré con el infaltable salpicón, el negro le tiene la fórmula exacta al
delicioso brebaje tropical. ¿A dónde iba? ¡A la Esquina del Libro! Por donde
funcionaban los antiguos cinemas. La última vez que estuve ahí, hace cosa de un
mes, me aprovisioné de buenos libros, sobre todo los de Bolaño, los Cuentos,
que contienen en su orden: Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho
insufrible, el libro Detectives salvajes, por el cual estuve bregando de
obtener vía mercado libre y que al final desistí cuando supe que ahí en la
Esquina podía adquirirlo sin mayores compliques, y uno que me llamó la atención
desde el principio, Estrella distante, con epígrafe de Faulkner al comienzo:
“¿Qué estrella cae sin que nadie la mire?”. La injusticia más grande y por ende
más dolorosa del mundo literario fue la muerte prematura del escritor chileno
cuando estaba en su máximo esplendor creativo a causa de un cáncer hepático que
lo martirizó cruelmente en sus últimos días. Murió a los 50 años dejando
publicados 15 libros. Lo que yo pretendía ahora era obtener su obra cumbre,
2666, previamente tuve contacto con la gente de la librería, que me dieron
alguna esperanza al decirme que tenían un ejemplar, pero no aquí sino en la
librería principal que quedaba en Tuluá. Que si realizaba un abono me lo traían
en tres días. Fui dispuesto a realizar el abono, a pagarlo en su totalidad si
era posible con tal de que me lo trajeran. La mala noticia fue que el libro ya
no existía en el stand, que fue vendido a un afortunado lector, pienso yo, que
sabía con sobradas razones lo que se estaba llevando. Confirmado en la mejor
esencia caicediana: No se trata de sufrir me tocó a mí en esta vida, sino de
gúzate que te están velando. Ahí fue cuando me vinieron las ganas, ¡una vez
más!, de convertirme en escritor para dejar por sentado que la vida no es como
se la plantean a uno desde los claustros académicos sino como uno la va
descifrando uno en las calles, con la gente, a medida de las circunstancias, de
los retos y las ambiciones planteadas. Pura estrategia de supervivencia,
señores. Sin embargo, para sentarme a escribir, debo poseer algunos mínimos
privilegios, tener tiempo, el tiempo requerido para hacerlo correctamente. No
se puede ser escritor con el reloj marcando siempre un tiempo escaso, limitado,
de angustias y tensiones, todo intento de creación, de concentración, exige
amplitud de tiempo, de horario, necesita uno expandirse, dispersarse como dijo
Kafka “por todos los puntos cardinales para escribir una historia”. Veo que
muchos amigos escritores míos hablan de estar dedicándole las veinticuatro
horas del día al oficio de la escritura, sinceramente los admiro y los envidio
también, quisiera que me den la fórmula exacta para no pensar sino en eso, en
estar escribiendo de continuo. Alguna vez traté de hacerlo y casi muero de
inanición. Me tocó hasta vender la Olivetti con la que pretendía sacar lo mejor
de mi obcecada imaginación. Muchos en mi familia celebraron alborozados que yo
recobrara el juicio y me pusiera a trabajar materialmente como hacen los
mortales que quieren surgir en la vida. Te ganarás el pan con el sudor de la
frente. La lección surtió efecto. Estoy
a punto de culminar mi ciclo laboral con honores. Agradecido hasta los tuétanos
con los distintos patrones que confiaron en mí a lo largo de la vida. Mi
disposición al cumplimiento del sagrado deber fue absoluta. Muchos me dicen que
ahora viene lo mejor. Nunca se puede estar seguro de nada. Sólo del presente.
El mañana no existe porque no ha llegado. Porque es un enigma. Una soberana
incógnita. Una tontería también. La
suerte y el destino juegan con cartas marcadas. Rio. Esta risa no es de loco…se
están riendo de mí…me dicen que yo estoy loco…pero se están cayendo de un
coco…porque de mí no pueden reír… Pa´ chismoso tú. Yo. Todos en el mismo, con
el mismo cuento, bajo un solo telón de fondo. La fanfarria es necesaria. Pero
no me preocupo, sigo creyendo que mi intento de escribir tiene que resultar
provechoso, beneficioso, que haciéndolo justifico una larga espera, la
concreción de un deseo siempre aplazado, el pulso está firme, ni siquiera
tiembla. Buen síntoma para empezar de nuevo.
Julio 14 de 2021. Miércoles. 9:57 de
la noche.
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