La habitación No. 12
No es ningún cuento, yo me la llevé a
la pieza número 12, y tenía marido. Un jefe temido, me dijo, de una bandola en
Mojica. Pero ella estaba decepcionada del tipo, le hizo un hijo, y la dejó que
se encargara ella sola de su crianza sin darle un peso. Pero tienes otro hijo,
le dije. Supongo que el papá debe estar
haciéndose cargo de él, como corresponde. No, respondió
ella. Mi hijo, el primero, tiene cuatro años, lo tuve cuando tenía catorce
años. El papá valía la pena. Son de esos hombres que uno conoce un día cualquiera, por pura casualidad, sin saber nada de su vida. Simplemente te encuentras con alguien diferente y te sorprendes. Me impactó su forma de ser. Su carácter. También su porte. Era
futbolista. Entrenaba en una escuela de fútbol de un equipo importante. Quería llegar a ser profesional y viajar al exterior. Soñaba con ponerse
la camiseta del Real Madrid. Era bueno. Yo lo vi jugar en un torneo local.
Tenía mucha técnica con el balón. Le hablaron de llevarlo a prueba con un
equipo profesional. El me llevaba a los partidos tanto dentro como fuera de la ciudad. Pero nunca me habló de llevarme a su casa. Se fastidiaba de solo yo mencionárselo. Por ahora es mejor que sigamos así, me decía. No conviene. Opté por no mencionarle más el tema. Ahí mismo nos despedíamos.
Nunca supe en dónde era que vivía. Las veces que tuvimos intimidad fue en
los moteles. Los más baratos. Me acosté con él por amor, jamás por dinero. Fue por amor, le digo, y porque sentía que era el hombre de mi vida. Me gustaba demasiado. Un día cualquiera quedamos de vernos en la quince, por ahí
por el Gran Centro Comercial, me dijo que me iba a comprar unas zapatillas.
Nunca llegó. Pasó un día, dos. Me fui donde él entrenaba. Allí me dijeron que
lo habían matado. Que no se explicaban porqué. Era muy callado. No se metía con
nadie. Sólo quería destacarse jugando al fútbol. Salir de la pobreza, como él
decía, mostrando su clase. Su categoría. Nunca me dijo nada de su familia. Mantenía
muy pensativo, de eso si me pude dar cuenta. Y cuando yo le preguntaba que
porqué se ponía así, él movía la cabeza. Fresca negra, no es nada. Yo estoy
bien. Pero en el fondo yo sabía que no era así. Algo parecía atormentarle. O
preocuparle demasiado. Se llevó su secreto a la tumba. Ahí fue cuando me di
cuenta que estaba embarazada de él. Quise decírselo ese mismo día. Tampoco fue posible. Se fue de este mundo sin saber que dejaba un hijo. En cambio el que
tengo ahora, el segundo, fue producto de una violación. Me había enrumbado con
unas amigas ahí en el barrio, una de ellas dijo vení te presento a un mancito
que te quiere conocer. Yo tenía mis tragos encima, estaba enrumbada como te
digo, nos salimos del estadero, y afuera estaba esperándonos dicho personaje.
Un pelao con pinta de malo. Yo quise devolverme. Tranquila pelada, me dijo
agarrándome la mano. Cogela suave que el tigre no es como lo pintan. Aquí
adentro late un corazoncito. Me gustas, te lo digo de verdad. Y si no
preguntales a estar parceritas lo que llevo de tiempo pa conocerte. El pelado
no era ni feo pero se le notaba en los ojos un brillo maligno. Como de querer estar por encima de los demás a
las buenas o a las malas. Su magnetismo, si es que se le puede llamar así a su
imponencia, me debilitó la voluntad. A los pocos minutos ya estábamos bailando
y tratándome como si fuera su mujer. Esto aquí no me gusta, vámonos para otra
parte, me dijo al tiempo de irme sacando bajo la presión que ejercía su brazo
en mi cintura. Y a donde me llevas, le dije ahí como por saber algo, y ahí
mismo dijo eso es asunto mío, nada de nervios que andas es conmigo. Afuera lo
estaban esperando unas pintas todas raras. Vi que uno de los allí reunidos le
pasó algo. Un arma que se guardó rápidamente bajo el camibuso. Me subió a una
moto y salió con rumbo desconocido. La cabeza empezó a darme vueltas. Tuve que
sujetarme duro de su cuerpo para no caer. De lo que sí estaba segura era de que
no era el efecto de los tragos. Ahí fue cuando caí en cuenta que me había
echado algo en el licor o en el agua que estaba tomando. Estaba inmersa en una
nebulosa. De lo único que era consciente era de agarrarme fuerte y no dejarme
caer de la moto. A la velocidad que lleva no me permitía sino ver ráfagas de
luz, de esas luces de las casas y los negocios a lado y lado de la vía. Cuando
por fin paró dijo bájese que llegamos. Yo no era dueña de mi misma. Simplemente obedecía lo que me iba
diciendo. Subimos unas gradas, escuché el sonido del timbre y la persona que
salía a abrirnos. Seguimos caminando por un pasillo en penumbra. Al llegar a
una puerta metió una llave y abrió. Eche pa dentro y cuidadito con ponerse a
hacer bulla. Y entonces sacó el arma, un revolver, y me lo puso en la boca. Cuando
caí en la cama ya no supe nada más. Todo fue oscuridad y mi cuerpo que se fue
yendo para un hoyo muy profundo sin nada que pudiera detenerlo. Cuando desperté
después de mucho tiempo, creo, estaba en un cuarto completamente desnuda y con
un dolor de cabeza insoportable. Nadie más se encontraba ahí conmigo. Me había
dejado sola la persona que me llevó ahí. Enseguida percibí ardencia en el ano y
la vagina. Y unas ganas de vomitar incontenibles. La pieza no tenía baño. Me
cubrí con la sábana para abrir la puerta y tratar de ubicar uno. Al fondo, a la
derecha, me dijo alguien que no vi. Con la mano puesta en la boca salí
corriendo hasta dar con una puerta de madera descolorida. Arriba habían puesto
la palabra BAÑOS sin el menor sentido del decoro y la decencia. Adentro el olor
era insoportable. Trasboqué con una arcada tan violenta en el estómago que yo
pensé en arrojar las tripas irremediablemente. Muy en contra de mi voluntad me
metí a la ducha y dejé que el agua me cayera encima como si con eso pudiera
quietarme el daño que me habían hecho. Después de un rato salí de allí y me
dirigí de nuevo a la pieza. Cuando llegué ya estaba él con el arma en la mano
esperándome. Lo primero que me dijo fue “yo no pensé que fueras tan puta, me
tienes ardido y decepcionado a la vez”. ¿Puta?, le dije con la rabia
oprimiéndome la garganta. Si estoy aquí no es por mi voluntad, decime qué
porquería me echaste en el vaso para traerme aquí. Sos un maldito abusivo. Un
violador de mujeres indefensas. Es que ni siquiera te conozco. Apenas salga de
aquí voy a denunciarte a la policía. Entonces volvió a ponerme el cañón del
arma en la boca. Conmigo tenés que ir despacito, no sabes con quién estás
tratando, ramera de mierda, echate en la cama y abrí las piernas, es lo único
bueno que sabes hacer, a mi no me engañas con tu carita de ángel, sos de las
peores, a mi no me metes gato por
liebre, como te digo, conozco muchas como vos, y siempre es lo mismo, no
quiebran un huevo, y acaban con el panal entero, quiubo pués, a mover el culo
para sacarte de aquí… Lo hizo de una
manera salvaje, como si en su intención estuviera el de acabar de destrozarme
por dentro. A partir de allí quedé reseñada como “la mujer del Diablo”, que
luego supe que así le conocían en el mundo criminal donde se desenvolvía con su
temible banda de delincuentes. Y como resultado de la violación, mi segundo
embarazo. El niño nació sietemesino. El Diablo, o sea su papá, apenas se
manifestó con unos pañales y un tarro de leche. Dijo que el problema no era de
él sino mío por dejarme preñar. Tuve que ponerme a trabajar en los restaurantes
del centro haciendo lo que me ponían a hacer sin siquiera llegar a pagarme el
mínimo. A veces llegaba el Diablo perdido de la traba a quitarme lo poquito que
me pagaban. Siempre amenazándome con el arma. “Porque en cualquier momento te
doy piso, a mi no me importa, no pierdo es nada, convencete, del pelao que se
ocupe mi mamá, a ella se lo entrego”. Fue una amiga que vos conoces, la
Graciela, la que me dijo no sea boba mija, usted no tiene porqué estar
recibiendo malos tratos de este sinvergüenza, váyase, cámbiese de barrio sin
que él lo sepa, yo le ayudo a salir de aquí”. Al principio me dio fue físico
miedo escapármele, yo sabía que si se daba cuenta me mataba de una, pero era la
única solución, así que me llené de valor, hice de cuenta que salía a trabajar,
normal, dejé al niño donde la Graciela, y cuando ya tuve todo listo, me lo
trajo al sitio donde estoy viviendo ahora, que es una piecita que conseguí en
el Porvenir, cerca a la galería. De buenas que su hermano me dio este trabajo
aquí en el hotel, me paga bien, y lo más importante, que lo conocí a usted. Lo
único que le pido a Dios es que el Diablo no me encuentre porque los muertos
vamos a ser dos ya. Y lo menos que deseo es que por mi culpa le pase algo malo
a usted que se ha portado tan bien conmigo. Usted no tiene novia, ¿verdad?
Quiero que sea sincero y me diga toda la verdad. Si yo accedí a tener intimidad
con usted fue porque me encantó su forma de ser, siempre amable y respetuoso
conmigo, lo que yo siempre soñé encontrar en un hombre. Y que me ha demostrado
que me quiere, ¿cierto? Aparte de que me trata bien y me ayuda económicamente
para que no les falte nada a mis bebes, pobrecitos, ellos no tienen la culpa de
nada. Son otras víctimas más de las circunstancias, como dice usted. ¿Quiere
que le diga una cosa? A mí sí me gustaría tener un hijo suyo, ¿se imagina? Yo
bien negra y usted blanco, con esos ojos claros y rubio. Pero no tanto por eso
sino por lo buena gente que es. Me extraña que no tenga novia. No digo que sea
gay porque suficiente con todo lo que me ha demostrado en la cama. ¡Un súper
macho que ni pa´ dónde! Pero hay gente así en este mundo que sin estar
aparentando nada son la octava maravilla del mundo. ¡Y lo digo exclusivamente por usted mi amor,
que se merece que le diga eso, y mucho más!
Mi relación con Maria Dafnis
Hinestroza, una bella afrodescendiente, natural del Patía, Cauca, duró escasamente un mes,
interrumpida por un suceso bastante ingrato para ambos que fue la pérdida de
unos zapatos, propiedad de la esposa de
mi hermano, dueño del Hotel. Una situación confusa en últimas donde intervino
mi otro hermano, el menor, que aseguró haberla visto empacándolos en una chuspa
negra y metiéndolos en un maletín. Ella se defendió con lágrimas en los ojos
asegurando ser inocente de semejante acusación. Usted lo que quiere es
perjudicarme, tomarse su venganza por no acceder yo a sus bajas pretensiones.
Usted me ha estado acosando todo este tiempo, pero yo, por no entrar en
problemas con nadie, me he quedado callada, soportando en silencio sus
atropellos. Vergüenza debería darle teniendo unos hermanos tan distinguidos
como los que tiene. Bien dicen que no falta en la familia la oveja negra. Eso
le dijo a mi hermano delante de todos en calidad de defensa. Sin embargo la
injustica se impuso, Maria Dafnis fue despedida ese mismo día supuestamente por
robo. Yo no pude evitarlo hablando como lo hice con mis mejores argumentos para
que mi hermano echara para atrás su decisión. Nos despedimos haciendo por
última vez el amor en la pieza número 12, la que siempre escogimos para amarnos
clandestinamente. Nunca supieron los miembros de mi familia de mi relación con
Maria, la mucama del hotel. Arregló las pocas cosas que tenía en su maletín. Como
toda recompensa le obsequié un dinero que tenía ahorrado mientras lograba conseguir
otro empleo. La vida es injusta, me dijo. Y aunque te parezca absurdo, quizás
ridículo, quisiera morirme ante la idea de no volver a verte nunca más. Yo sé
que esto se acaba aquí mismo, no soy nadie para decirte que me hagas valer como
tú “novia” y me prometas casarte conmigo. No soy nada al lado tuyo. La muchacha
pobre y el niño rico. Eso sólo pasa en las telenovelas. No te llego ni a los
tobillos. Lo nuestro fue pura arrechera. Las ganas de estar copulando que no
nos dejaron. No te pido que me busques
porque no pienso verte nunca más. Mañana mismo me regreso al infierno de donde
salí. Si viva o muera no es cosa tuya. No debe importarte. Hay historias con
final feliz. La mía está en suspenso por cuenta del destino. Dile a tu hermano
que yo no me robé esos cagados zapatos. Es un pobre infeliz que sufre con el
bien ajeno. Contále que pichamos de lo lindo en esta pieza mientras él se quedó
viendo un chispero con su pinga tiesa. Que aprenda a ser caballero, eso es lo
que les agrada a las damas, por más putas que seamos.
Han pasado treinta años, lapso de tiempo en el cual
jamás volví a tener noticias de María Dafnis Hinestroza. Es como si se la
hubiera tragado la tierra. La única evidencia que me quedó de ella fue un papel
escrito con lapicero rojo, dejado en uno de mis libros, donde me decía lo
siguiente: Hasta último momento abrigué la esperanza de que me propusieras
irnos a vivir juntos, veo que eso nunca fue posible, soñé muy alto, siendo que
te quise demasiado, que por ti estaba dispuesta a hacer lo que me dijeras con
tal de hacerte feliz. Si algún día quieres o te nace ir a verme te dejo la
siguiente recomendación para que llegues sano y salvo: no preguntes por mí,
llega hasta donde paran los buses, ya sabes la dirección, te bajas allí, miras
al frente, donde hay parquiada una zorra, al lado hay un granero, La banderita,
enseguida hay un portón oscuro, das tres golpes seguidos al principio, y dos
espaciados al final, sabré que sos vos. Lo único que le pido a Dios es que el
Diablo no se aparezca, lo más seguro es que te lleve, y de seis pepazos
certeros para que no le queden dudas. Te quiere hasta lo más hondo del coño,
Maria Dafnis Hinestroza.
Agosto 29 de 2021, Domingo.
Nicolás Figue/Vocesdispersas.
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