Sucedió alguna vez en Juanchito



Le llegaron ecos marcados de frenética rumba. También quejumbres orgásmicas entremezclándose con rumores de plegaria y cánticos de alabanza. Un olorcillo extraviado contrajo sin pudor la punta remodelada de su nariz. "Tengo que verlo con mis propios ojos", se dijo en el colmo del éxtasis.
Y efectivamente fueron sus ojos perfectamente delineados y chinescos los que le confirmaron a la incrédula, ese viernes santo, que estaba bailando con el Demonio.

Ricardo Figueroa-escribidore17.blogspot.com-la máquina de escribir

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