ENCUENTRO



Estaba decidido. Era ahora o nunca. Si dejó pasar el tiempo fue por instinto. Por evitarse riesgos anticipados. Conocía de sobra el carácter de las mujeres. No estaba dispuesto a dejarse seducir por vanas, falsas esperanzas. Lo peor sería quedarse quieto, inerme, a expensas del destino. Tenía que ser cauto y malicioso. Trazarse un pequeño plan. No iba a ser tan tonto de sucumbir porque sí.
Tomó el camino menos transitado a esa hora. El que le facilitaría alguna probabilidad de huir en caso de peligro. En el fondo esperaba una señal, un guiño, un aviso, un toque leve en el hombro para dar marcha atrás. ¿De quién? ¿Qué generoso fantasma lo socorrería del infortunio? No, la cordura ante todo. Era un hombre y debía proceder como tal. Dejando que el valor lo salvara. Tenía que cumplir, estar ahí como era lo convenido. Al fin y al cabo no era una persona cualquiera. La mujer estaba al final de ese camino esperándolo. No le cabía duda que estaba firme y serena como la muerte. Y de la muerte no iba a escaparse tan fácil. Se lo dijo una voz quedamente al oído. ¿Sería el viento? ¿Serían sus propios pensamientos desprendiéndose como piedras del cerebro? Vio una casa blanca. Vio una silueta ennegrecida junto a la puerta. Ahora tenía que demostrarse, demostrarle, que  podía verla de frente y soportar sin reparos su venganza.

Ricardo Figueroa-escribidore 17.blogspot.com-la máquina de escribir

Comentarios

Entradas populares de este blog

Algún día leerá estas páginas

Rumba en la Luna

Es domingo.