LA CITA



"Una más, y habré enloquecido", exclamó desolado el anciano ante el oscuro baúl repleto de cartas. De un tiempo para acá el suceso se repetía hasta el cansancio sin que nada pudiera evitarlo. Y sin saber tampoco cómo llegaban allí. Qué siniestro personaje de  remoto origen las dejaba sin tocar nunca la puerta. Juraba por esta vida y por la otra que si lograba verle la cara se la partía en dos. La soledad había puesto una roca en su corazón y creado potencia a sus manos de dedos  retorcidos como raíces de árbol centenario. No era sino cerrar brevemente los  ojos para saber, para casi verlas ahí revolotear como mariposas ciegas cayendo sin ruido en el piso. Sucedía, simplemente. Y él, inocente testigo, estaba ahí para juntarlas luego y acomodarlas en el baúl. Empezó por leer la primera, luego la segunda, después la tercera. Y así sucesivamente en el orden logrado. Un súbito pavor le sobrecogió al pensar en cuál sería la última. La que rompería tan endemoniada cadena. "Ayer fue otro día, vano y estéril en la lucha; éste, el de hoy, podría marcar el comienzo o la eternidad del sueño, ese sueño que se resiste a llegar mientras te opongas a la verdad de lo vivido" Estaba sin alientos ya. Sus ojos enrojecidos e inflamados apenas le permitían seguir una línea de otra. Decidió enloquecer para abstraerse en el espejismo de un encuentro ficticio, en el recuerdo de una mujer distante y eterna, eterna como la muerte misma,  que lo fue envolviendo, envolviendo hasta convertirlo en una sonrisa tierna, fresca, primaveral tras los velos flotantes de la ventana.

Ricardo Figueroa-escribidore17.blogspot.com-la máquina de escribir

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