El Descabezado



Al llegar a la casa reunió a toda la familia explicándoles lo sucedido. Vieron con  espanto que traía la cabeza entre las manos. Como hacía cuando se quitaba el casco de motociclista y entraba buscando un lugar donde ubicarlo. Esta vez no era el casco sino su propia cabeza lo que aferraba resignado. Hasta el perro aulló de pavor buscando refugio en la cocina. "Fue inútil todo el esfuerzo, ahora ya no queda nada por hacer", les explicó sin lágrimas pero visiblemente conmovido. Todos se miraron entre sí contritos y desconsolados. El hombre, que había sostenido mientras tanto la cabeza en su regazo, se incorporó del asiento, fue hasta la mesita esquinera de la sala y dejó allí la cabeza. Encaminó luego los pasos hacia el dormitorio. Abrió la puerta de un empujón y se encerró. Su descanso, pensaron todos, tenía que ser, de ahora en adelante, el producto de una pesadilla.
Desde la mesa esquinera sus ojos lo vieron hacer estos últimos movimientos. Inevitables, las lágrimas rodaron en silencio por sus mejillas.

Ricardo Figueroa-escribidore17.blogspot.com-la máquina de escribir

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