A DOS AÑOS YA DE LOS TALES ACONTECIMIENTOS
Viernes, 25 de junio de 2021.
Esta madrugada cuando la alarma del
celular se activó a las 03:01 lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar
en que debo iniciar la escritura de mis anotaciones personales a partir del 28
en que cumplo los 61 años. ¿Una especie de diario? Fue algo que me propuse el
año anterior en que cumplí 60. Lo hago más que todo porque quiero dejar un
registro pormenorizado de este último año. Una constancia de lo vivido. A lo
único que aspiro es a llegar sano y salvo con tantas situaciones críticas y desfavorables que nos afectan hoy en día. El tema de la pandemia por un lado y
el problema de la inseguridad por el otro. Es a lo más que le temo cuando salgo
cada mañana de casa. Tener que encontrarme con uno o más asaltantes en la calle
y que con o sin violencia me despojen de lo poco que llevo encima. Le ocurrió
hace poco a mi compañero de trabajo Bárcenas. Venía a recibirme el turno, eran
las 04:20 de la mañana. Durante esos
días se estaba transportando en su bicicleta dado que por los taponamientos
presentados en la vía por los manifestantes del paro no pudo sacar el carro. Yo
me encontraba en esos momentos preparando la entrega del puesto cuando llegó
golpeando duro la puerta. Al abrir vi que venía empapado de sudor y casi sin
aliento. Qué te pasó compañero, porqué vienes así, le pregunté. “Me salieron
tres manes con cuchillos, me quitaron la cicla, el celular, me estaban pidiendo
que les entregue el bolso. Yo les dije que el bolso no, que ya me estaban
quitando todo, entonces uno de los asaltantes dijo “ni mierda pirobo, si no
entregás lo otro toca es meterte un plomo…” En esos momentos vi que de por allá
de una bodega se asomó un vigilante y ahí fue cuando aproveché para meter
carrera y volármeles. Lo bueno es que no me quitaron el bolso, ahí traigo una
plata y todos mis papeles, el daño hubiera sido peor. A esta realidad es que
toca enfrentarse todos los días en una ciudad golpeada por el desempleo, la
miseria, y la delincuencia cada vez más creciente donde la vida de una persona
en manos de estos personajes del hampa no vale nada. La liebre puede estar
saltando de donde menos se espera. El acto cotidiano de andar en las calles
representa ahora toda una aventura. Los índices de inseguridad aumentaron a
pesar de los toques de queda, las cuarentenas y confinamientos obligatorios
decretados por el gobierno. Y son varias las modalidades de delito que emplea
la delincuencia para salirse con las suyas; el atraco en los semáforos a mano
armada, los hurtos en los negocios, establecimientos públicos y almacenes, las
estafas y extorsiones, el saqueo a residencias y apartamentos. Este accionar
delictivo no conoce límites, siendo uno de los mayores flagelos que atentan
contra la propiedad y la seguridad de las personas. Hoy mi entrañable amiga
Rosario, hermana de Andrés Caicedo, el hombrecito de las gafas enormes y el
pelo largo que andaba con un libro de Mr. E. A. Poe bajo el brazo que pesa 5
kilos, según dijo porque desde hace un tiempo para acá se dio cuenta que vive
su vida montado en un globo y el libro de Poe le sirve como lastre para no
elevarse tanto, para no ir a una región desconocida, habitada por gente que a
lo mejor no le guste, que no conoce, hoy su hermana da a conocer en primicia la
carátula del libro Todos los cuentos, de Andrés, proyectado para estar ya en
las librerías la próxima semana. Es el quinto libro de la Biblioteca Andrés
Caicedo de Seix Barral y editado por Planeta. La edición a cargo de Sandro
Romero Rey, fiel, incansable, de los verdaderos pocos buenos amigos que le
sigue cubriendo la espalda al ilustre difunto ahora que Mayolo, Guillermito
Lemos y Luis Ospina andan en otra dimensión galáctica promoviendo quizás su
propio cuento. Dice Rosario que este libro y su contenido demuestra que la
constancia vence lo que la dicha no alcanza. Literalmente. “La constancia de
muchos, muchísimos. Y la primera constancia por sobre todas las demás: la del
escritor que escribió y escribió y guardó y guardó. Y las de quienes se
propusieron sacar todo. Contra viento y marea. Y temblores y huracanes.
Literalmente”. Así es: después de una larga batalla impuesta contra intereses opuestos a
la publicación de La Correspondencia, donde parte de la familia de Andrés se
opuso a que estos documentos sean de conocimiento de sus lectores, el derecho a
la libre expresión ha ganado, el veto y la censura no pudieron enterrar entre
el polvo el legado literario del joven escritor que a los veinticinco años le
dijo basta a su existencia, porque vivir más allá de los veinticinco era un
acto irresponsable, de franca sinvergüencería. Sin lugar a dudas es la mejor
noticia de estos días en medio de las situaciones de caos, zozobra e incertidumbre que se vive en el país. Vuelve nuestro escritor, el
Siemprevivo, el que nunca se ha ido de las calles de Cali, al que uno puede misteriosamente
detectar en la avenida sexta mientras de alguna parte llegan los acordes del
piano y las trompetas del guaguancó triste del gran Richie, su canto sabor a
llanto y soledad, ¡oye!, que yo quiero que haya paz, y que haya amor en mi
tierra, ese disco que a él más le gustaba mientras se dejaba alborotar el pelo
con la brisa proveniente de los farallones, viene ahora a alentarnos con su
palabra, a sembrar de sueños la bella Sultana, qué dicha Rosario que esta nueva
apuesta se haga realidad.
Poema para celebrar mis 61
Ahora es cuando me siento seguro
estando en el sitio que siempre quise
estar
y con la gente que quiero.
La aventura apenas empieza
tengo los pies firmes en la tierra,
la vida me llama desde todos los
rincones.
Y donde más me siento seguro
es donde encuentro rostros amables,
sonrientes,
que expresan y transmiten paz,
confianza, sinceridad,
la amistad es un don del cielo
y brilla con luz propia así la sombra
de los malos días
introduzca sus alas de ave de mal
agüero.
Nunca los días son iguales,
Siempre tendremos un escollo que
evadir.
Lo único que no cambia es la
esperanza,
es quizás el mejor estado para seguir
vivos.
Yo me aferro a ella con la tenacidad
del náufrago
al trozo de madera que lo sostendrá
optimista
hasta el último momento de su
salvación
en medio del océano.
Y aquí estoy,
recibiendo la noticia del almanaque,
te estás poniendo viejo. ¡Qué risa!
Nunca lo he pensado desde esa
delirante perspectiva.
De hecho,
no me somete a ningún orden estricto
de comportamiento especial.
Lo asumo como si nada,
nunca me he considerado “un adulto”
en el sentido rotundo
de la palabra.
Para mí cumplir años sólo significa
que llevo viviendo
ese tiempo y esos años en el mundo,
y que todo es casual. En la vida hay
que celebrar
o festejar algo. Y cuando llega esa
fecha,
la tomo como un acontecimiento
secundario sintiendo,
o comprobando mejor,
que nada dentro de mi ha cambiado.
Que vivo y disfruto la vida al
natural,
como desde aquella primera vez en
que,
siendo un niño aún,
entendí que los años no envejecen a
nadie,
que antes bien dan fortaleza,
autoridad y sabiduría a la persona.
Y capacidad para alcanzar un sueño.
Siempre y cuando se asuma el tiempo
que llega
con calma, alegría, y confianza,
manteniendo el cuerpo, la mente y el
espíritu
en sintonía con el universo.
Esa es la única manera, pienso yo,
para no envejecer nunca. Pero, sobre
todo,
para no marchitar la esencia
del niño que llevamos dentro,
y su infinita capacidad de asombro.
Hoy es martes 6 de junio. Por la
mañana, mientras simulaba estar adelantando un trabajo en el computador cogí el
teléfono y llamé a la librería Nacional. Aló, si, buenos días, por favor
necesito saber si ustedes realizan despachos a domicilio el día de hoy, si,
correcto, estoy revisando el portal de la librería por internet y veo el libro
Todos los cuentos, de Andrés Caicedo, por un valor de 55.000 pesos, si el
último que publicó Planeta, perfecto, entonces necesito un servicio a domicilio
para la tarde de hoy a la siguiente dirección: carrera *****, barrio industrial
Los Mangos, donde quedan las antiguas bodegas de PTB, si, a nombre de Nicolás
Figue, pero que sea después de la una de la tarde “que ya estoy en la oficina”,
por el momento ando por fuera cumpliendo unas diligencias, muchas gracias. Así
le dije al de la librería que me atendió, modulando perfectamente la voz para
dar la impresión de persona importante, soy una persona importante, pero cuando
lo ven a uno puesto el uniforme de vigilante entonces la mayoría, a simple
vista, piensa que uno es un tipo común corriente, un dormilante sin mayores
ambiciones en la vida. Qué otra cosa se puede hacer sino dejar que piensen lo
que les dé la gana, total, los elogios siempre me los voy a llevar yo por lo
que soy y represento al margen de mi oficio, que aunque digno, decente y muy
meritorio, no deja de causar comentarios inapropiados, como el de cierta
persona que dándose ínfulas de doctor en todas las ciencias habidas y por haber
dijo sí, es buena persona, pero no pasa de ser un vigilante, parece que nunca
se preocupó en superarse, se quedó estancado, cumpliendo un papel modesto,
ciertamente irrelevante. Su agudeza mental me dejó apabullado, él era un
funcionario acuciado por miles de problemas y al que su trabajo no le permitía
darse otras oportunidades, estaba encadenado a sus obligaciones cotidianas,
sujeto a las más crueles y despiadadas exigencias de sus jefes inmediatos que
no le daban un minuto de tregua, de descanso, siempre él saliendo y entrando de
las oficinas con los ojos desorbitados y la mente bulléndole a no sé cuántos
grados de temperatura, a punto de estallarle, mientras yo desde mi asiento
contemplaba su drama y casi que congraciándome sinceramente con su sufrimiento.
Y mientras yo trabajaba mis ocho horas diarias él continuaba ahí encerrado
mirando de hito en hito el reloj sin saber a qué horas del día, de la tarde o
de la noche iba a poder salir del cautiverio pensando en el tráfico
congestionado y su premura por llegar a casa, darse un baño, comer algo,
sentarse o acostarse a ver televisión, sin lograr un instante de sosiego porque
ya se estaba haciendo muy de noche y había que levantarse bien temprano para
seguir en la misma rutina. No todo puede ser trabajo, dijo nuestro compañero
Laverde antes de morirse con apenas 52 años. Todos vamos a morir, eso no lo
remedia nadie. Pero si nos proponemos sacarle un poquito de gusto a la vida nos
morimos satisfechos. Sin remordimientos. El secreto está en tomarse las cosas
con calma. Cuando se pierde el control de las situaciones es cuando quedamos en
riesgo inminente de morir a destiempo.
5 de septiembre de 2023
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