Mil pedazos, de Rosario Caicedo.

 Como lector que he sido durante buena parte de mi vida, por no decir que toda mi vida, encuentra uno momentos esenciales que gratifican con creces el hallazgo de un libro, el que siempre ha querido uno encontrar y tener. Pero cuando éste hallazgo viene acompañado con la recompensa de quién lo escribió, de su autor, en este caso de su autora, la adquisición de ese libro contiene una trascendencia histórica que nos remite a una y muchas vidas, las mismas que trazaron el destino del libro para que llegara a nuestras manos. Mi encuentro con Rosario Caicedo tiene una connotación especial enmarcada en nuestra común devoción por los libros: nos hicimos amigos gracias al espacio que brindan las redes sociales, y al fervor siempre manifiesto de mi parte por los libros, la literatura, y el genio siempre en ascenso (a pesar de estar muerto desde hace 45 años) de su hermano Andrés, de quién leo sus libros sagradamente, día tras día, sin importarme el estado de ánimo en que me encuentre, saliendo siempre renovado de mente y espíritu. Hoy, por fin, tuve la inmensa alegría, trocada en dicha, al acercarme a Rosario y decirle lo bien que me sentía al hablarle a la persona presente, de carne y hueso, para que todas esas manifestaciones de aprecio y de admiración expuestas de manera virtual se materialicen en un cordial y afectuosísimo abrazo. El resultado está a la vista: su libro, y las palabras de dedicación que escribió de su puño y letra: Octubre, 2022. Querido Nicolás. De escritora a escritor y con todo el cariño. Rosario. Gracias Rosario, espero que nuestra comunicación siga los rumbos que trace esta amistad.

Octubre 22 de 2022









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