Cumpleaños de mi padre en el cielo

 24 de octubre de 1927-04 de julio de 2022. Recuerdo cuando nuestros padres llegaron en el año de 1995, mes de agosto, a Cali, al barrio Primitivo Crespo, donde vivíamos en ese entonces. No alcanzamos a estar mucho tiempo allí. Nuestro segundo barrio, donde sí alcanzamos a estar 11 años, fue en Alfonso López, en la tercera etapa, a sólo una cuadra de la autopista con carrera octava. Papá tenía entonces 68 años, conservándose fuerte todavía. Volvía a Cali después de 35 años de haber estado aquí, en la ciudad, buscando oportunidades de trabajo, y al no encontrar algo estable, retornó a Pasto. Alcanzó a estar cerca de tres años. Aquí nació mi hermano Felipe Andrés. Eso fue lo que le dije en una de las tantas conversaciones sostenidas con él, qué lo motivo a devolverse “a la tierra” cuando ya había dado un paso decisivo, importante, y las oportunidades podía encontrarlas con mayor facilidad en una ciudad que despuntaba en su crecimiento económico y empresarial. Frunció el entrecejo como hacía siempre que algo en su ser interno lo mortificaba. Cosas que sucedieron mijo, me respondió. Situaciones que no se pudieron manejar oportunamente. La vida es dura en todas partes. Lo mejor fue regresar. ¿Regresar?, le recalqué. ¿No era mejor haber persistido con el propósito de continuar en la ciudad y dar la pelea? Si, papá, la vida es dura aquí y en cualquier parte cuando se siente uno impotente de luchar. Pero si no se intentan las cosas, nunca se sabrán los resultados. La prueba, le dije, la tenemos nosotros, sus hijos. Llegamos aquí a Cali en el año de 1990 sin conocer a nadie, sin estar seguros de nada. Empezamos trabajando, los cuatro hermanos, en un hotel de motoristas en la carrera primera con cuarenta y seis, sobre la avenida. Allí empezamos nuestra trayectoria laboral, atendiendo y manejando el hotel sin haber tenido experiencia antes en ese oficio. Pero nunca significó que no podíamos hacerlo. Gracias a ese trabajo nos sostuvimos y salimos adelante. Hasta que ya no fue posible continuar haciendo lo mismo y exponiéndonos a riesgos (dos veces consecutivas ingresaron bandas de delincuentes que con armas y con amenazas nos redujeron a la impotencia para llevarse lo que más pudieron), entregamos el hotel a su dueño, y cada cual buscó su destino. Las puertas en otras empresas se nos abrieron por fortuna, permitiendo que uno a uno fuéramos abriendo camino en el trasegar diario. Sólo nos faltaba lo más importante, traer a nuestros padres que se habían quedado en Nariño. La llegada de ellos fue la culminación de nuestro sueño. Hago este recuento mental mientras estoy frente a la tumba de mi padre en el cementerio Jardines del Recuerdo a donde lo llevamos después de “contrariar” su voluntad de ser retornado a Pasto, su ciudad natal. La terquedad de papá fue memorable. Pero la de sus hijos, aún más. Gracias viejo querido por todo lo que nos diste. Gracias por tus bromas, por tus rabietas, por esa sonrisa franca que nos llenó de paz cuando se hacía necesario sosegar el espíritu y despejar la mente de preocupaciones. Gracias por entendernos y saber que tenías unos hijos humanos, demasiado humanos, con errores, con equivocaciones, pero valientes para afrontar la vida con dignidad. Con lealtad. Gracias por todos esos momentos compartidos en que alcanzamos a soñar con un mundo mejor a partir de tus sueños y de tus ideales. Gracias por convencernos de que la unidad hace la fuerza. Que juntos y unidos formamos una cadena de eslabones indestructibles. Gracias por enseñarnos a pensar más con el corazón que con la cabeza. Las teorías se desvanecen con el tiempo, decías, mientras que los sentimientos crecen como la hiedra sobre una roca. Gracias por tu presencia espiritual. La sentimos, la palpamos, la vivimos en cada detalle, en cada recuerdo, en las cosas queridas que conservamos de ti, papá. Hoy te llevamos tres globos blancos, iguales a los que llevamos el primer día, y que soltamos para que volaran al cielo festejando el ascenso de tu alma rumbo al infinito. Ah, y también una rosa roja para que sepas que nunca dejaremos de quererte. Estás, sigues con nosotros, y esa es nuestra máxima alegría. ¡Feliz cumpleaños en el cielo, papá!

Octubre 23 de 2022, domingo.






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