UN ÚLTIMO RUEGO
Flaco, ya sé que cuando leas este papel vas a hacer gestos. Pero sabes
que es la única forma que encuentro para desahogarme. Yo quisiera que esto no
sucediera. Ojalá que todo fuera como antes. Que aún con los
problemas que han habido siempre, buscáramos la forma de ponernos de acuerdo. Solucionarlos directamente. Ahora el diálogo, si
es que puede llamársele así a lo poquito
o nada que hablamos, es por medio de mensajes escritos. Soy tan susceptible que
por cualquier desaire, desplante, una mala mirada o un grito, con eso tengo para llorar. “Para hacer berrinche por pequeñeces”, como
dice usted. Me deprimo rápido. Todo eso me duele. Créame que yo anhelo por
encima de todo que me demuestre con hechos lo que siente por mí. Y que el
sentimiento no te lo guardes. Ej.: es
como si compraras un electrodoméstico y no lo utilizaras, lo archivaras, y
cuando ya quieras usarlo, encuentras que algo anda mal, tienes que llevarlo a
que te lo revisen porque está dañado o afectado en su funcionamiento. Así somos
los seres humanos: necesitamos que nos aprecien, que nos quieran. Que nos
contemplen, nos mimen, nos hagan sentir
que somos importantes y que servimos para algo. Que estamos vivos. De lo
contrario mantuviéramos con frecuencia
donde el médico por algo que nos duele y afecta. Lo más importante es la
comprensión y la felicidad que producen los buenos sentimientos. Lo que se
siente aquí adentro. No es tanto la
parte material lo que cuenta en una relación. Al menos así lo entiendo yo. O es
que no estás preparado aún para asumir las responsabilidades de un hogar “y te
sientes muy joven para dejarte dominar por tu esposa”. No quieres que tus
amigos se den cuenta que le ayudas a tu esposa en los quehaceres domésticos,
algo así como lavar los platos o barrer, etcétera. Hacer quizás el papel del esposo ejemplar que
descansa un día específico de la semana y lo dedica con su esposa y con su hija comiendo
crispetas y viendo televisión o jugando
parqués, andar en bicicleta los tres, todo esto es importante porque es un complemento y un aliciente
dentro del hogar. Es como si cultivaras
para el futuro. Si todo lo anterior te hacer sentir ridículo, estás bastante
equivocado te digo; uno debe ser y sentirse único, original, sentirse como es
en realidad y no como lo quieren ver los demás. Déjame decirte que yo no tengo
otra persona ni me interesa nadie en particular; si yo me comporto como lo he
hecho últimamente, es porque me siento deprimida al saber que no puedo ni
opinar ni hacer preguntas y mucho menos reclamos. A lo único que tengo derecho
es a recibir, dar las gracias, y respirar en silencio. Tengo tantas lagunas en
mi cabeza que me parece cruel que usted con su forma de ser quiera crearme más
de las que pueda soportar y seguir como si nada a su lado. Es cierto que los
dos peleamos porque a veces me porto mal. Date cuenta nomás cuando te respondo
de mala manera y de una te enojas y te vas. Pero cuando sos vos el que me
contesta mal qué hago yo: quedar en silencio y ponerme a llorar. Las cosas
entre nosotros hace rato dejaron de estar bien. Cuando me pides un favor qué
hago yo: correr de inmediato a hacértelo. Hay veces en que no lo hago cuando tú
quieres porque se me presenta algún contratiempo o estoy dedicándole tiempo a
la nena. Pero en últimas lo hago en contra de todo. ¿Y qué haces vos? La
respuesta ya la conozco de sobra: “Se me olvidó” Y eso cuando no me sales con
que “Todo el día trabajando, vuelto mierda por el sol, y llega la noche y tengo
que seguir en lo mismo”. Por lo general son esas las falencias que se presentan
y que estoy segura se pueden llegar a corregir si ambos nos lo proponemos. Pero
para ti siguen siendo pequeñeces, cosas a las cuales no vale la pena seguirles
botando corriente. Esas “pequeñeces”, como despectivamente las llamas, si no
les prestamos atención a tiempo, pueden
convertirse en el detonante para acabar irremediablemente con esta
relación. Si yo me tomara la vida tan deportivamente como tú lo haces, creéme que no tendríamos un hogar por
el cual se ha luchado para sostener y sacar adelante. ¿Cómo hago para que
entienda que es lo que yo más busco y
quiero de usted por encima de todo? Entonces los problemas vienen cuando yo
quiero hacerte lo que vos me haces a mí. Por momentos reconozco que estoy actuando
mal, haciendo cosas para llamar la atención, pero no quieres darte cuenta de
eso. Todo lo ves por el lado más fácil. Si sigues portándote así, esto no va
sino para una separación y ya. Se soluciona todo. Porque ya lo dijo el ilustre
hijo de don Miguel Antonio Gómez Correa. ¿Y Jessica con quien se va? ¿Con su
papá o con su mamá? A la nena no le diga eso, ella no puede escoger. ¿Y sabe
por qué? Porque es feliz con los dos y no sabes el daño psicológico que le
haces. Nomás anoche se puso a llorar por lo que le dijiste. En ese sentido ella
se igualitica a mí. Con todo este conflicto es la más afectada. Espero que me
entiendas. Que si no entiendes, pregúntame que mañana te escribo otra vez
dándote la respuesta a todas sus inquietudes. ¿OK? Te sigue queriendo, Maritza.
PD/. Tanto yo como usted hagamos lo
posible por conservar nuestro hogar. Es lo último que le pido en nombre de “ese
amor” que un día se atrevió a jurarme. Que no se le olvide que usted ha sido el
único hombre en mi vida. Me entregué ciegamente seducida por sus promesas
dejándolo todo atrás. Quise un mundo de felicidad al lado suyo. No niego que al
principio usted se esmeró por complacerme. Éramos una pareja enamorada. Yo no
veía sino por sus ojos. Y nunca, jamás en la vida, se me cruzó por la mente que
fuera a fallarme. Hoy me doy cuenta que es un hombre igual o peor que los
demás. La devoción que le tenía la fue destruyendo con sus malos actos. Eso es
lo más duro para una mujer. Ver que la persona por la cual has entregado lo más
valioso de ti misma va quitándose la máscara y dejando al descubierto un rostro
distinto del que nunca sospechaste que existía. La decepción te golpea fuerte. Te
lleva a sentirte humillada, ofendida y maltratada. Por eso no me reproches
ahora de las razones de mi cambio. Eso no te lo puedo yo decir con palabras. Es
algo que se siente adentro y te lleva a cometer tonterías. Porque soy un ser
humano también. Y la perfección no me la garantizaron dentro de este cuerpo que
se comerán los gusanos. Que no te cause extrañeza entonces lo que digan o
hablen de mí. No me importa ni me interesa. La vida es corta y hay que
disfrutarla en las condiciones que sean. Y si no quieres remediar nada,
tranquilo, ve a lo tuyo que yo voy a lo mío. Asunto arreglado. De amor nadie se
ha muerto. Pero de las ganas sí.
(El día sábado 18 de febrero de 2010
fue hallado dentro de su residencia el cadáver de una mujer, la que respondía
al nombre de Maritza Salcedo, madre de una niña de dos años. El presunto
asesino habría confesado a través de una llamada telefónica a sus familiares la
autoría del crimen cegado por la rabia y los deseos de venganza en contra de la
mujer. La joven, de 21 años fue hallada en su cama con una profunda herida en
la garganta y cubierta en su misma sangre. Llama la atención de las autoridades
el hallazgo de un cuaderno con anotaciones de la víctima, entre las cuales se
encuentra un escrito fechado el día viernes 17 de febrero, un día antes de ser
asesinada. Al parecer la joven mujer recurrió en sus últimos días a dejar constancia
íntima de sus asuntos personales quizás como un escape a las angustias que la
atormentaban. Todos los indicios apuntan a que el crimen tiene un carácter pasional,
siendo el compañero sentimental de la joven el primer sospechoso, tal como se presenta la escena del delito, y de
acuerdo a la versión telefónica que dio luego de consumado el mismo. Este le habría tapado la boca para
posteriormente causarle la mortal herida. El paradero del presunto autor del homicidio
es un completo misterio hasta el momento)
“Esa noche me había encerrado temprano en mi pieza. No me sentía ni
cansada ni aburrida ni con sueño. Pero para no ponerlo a pensar mal le dije que
estaba cansada, aburrida y con mucho sueño. Yo he sido un poco indecisa para
mentir. Boba que soy porque los hombres son unos expertos haciéndolo. Fui al
baño primero, me senté en la taza aguardando la necesidad de dar del cuerpo. Pero
la mierda se resistía a salir. Entonces me incorporé sin saber lo que quería
hacer en ese momento. Tenía mucho calor. Opté por quitarme toda la ropa como
una niña rebelde. Así desnuda me puse a observarme en el espejo. Vi mis tetas
demasiado pesadas, mis hombros, mi vientre, mi monte de Venus peludo y la
rajita descendiendo hasta el rincón de mis muslos. Me decía que Miguel Antonio
hijo era un bruto al no aprovecharme suficientemente, y que cualquier hombre se
volvería loco viendo y tocando mi cuerpo todavía joven y provocativo. Viéndolo,
tocándolo, y dejándose cautivar por él. Yo seguía siendo “la mujer” para tal
efecto. Una mujer sola en ese momento con una gran necesidad de compañía y de
afecto. ¿Qué es lo que más atrae a un hombre de una mujer casi desesperada? ¿Su
cuerpo, su corazón, su alma? En mi caso creo que es mi trasero. Mi culo. Sin exagerar. Eso que tengo es lo que más
despierta admiración en los hombres que me ven. Lo digo porque siempre veo yo
los ojos de ellos clavados ahí detrás. ¿Y qué de raro, mágico o novedoso podía
tener mi trasero para que ellos se queden mirando con tanta insistencia y no
les llame la atención otra parte de mí misma, de lo que soy y represento como
mujer? Puse mi mano en una nalga, enseguida puse la otra, y cuando las sentí
ambas ahí encima, me cogí las nalgas como si me las cogiera un hombre
hambriento de ellas. Me las apreté con rabia, con mucha fuerza. No sentía mayor
sensación, aparte de un ligero dolor. Entonces
separé un poco las piernas para tocarme con la punta de los dedos ahí, en el
leve huequesito tibio y oloroso. Algo raro pasó cuando me palpé en ese sitio.
Busqué la forma de ver en el espejo la exploración digital. Llevada de un
naciente furor me froté un poco la cavidad negruzca, logrando un delicioso
correntazo de placer. Ello me permitió explorar más concienzudamente con el
dedo en su interior. La sensación que obtuve me llenó de un frenesí desconocido
pero alentador. Recordé que siendo muy niña lo practicaba distraídamente
obteniendo el mismo resultado de gusto y de placer que sentía ahora. Introduje
el dedo lo más que pude en mi ano mientras con la otra mano me estimulaba la
vagina y su parte clitoriana. Sin embargo la sensación era más intensa en mi
culo. Miré alrededor poseída ya de un deseo morboso y por lo tanto
irreprimible. ¡Necesito algo como un pene para metérmelo por detrás! ¡Si, si,
si, algo que me lleve a pensar que me están poseyendo bestialmente! Busqué
con la vista en los alrededores sin
encontrar nada parecido con lo cual complacerme. De pronto ahí había algo. ¡El
mango de los cepillos para el cabello! Agarré con mano ansiosa el primero que
vi, el más grueso y apropiado y que de seguro cumpliría la función que
necesitaba. La función de un buen pene postizo. Me lo llevé a la entrada del
culo, previamente lubricado con mis babas, y empecé a empujar suave, muy suave
pero decididamente. Me causó un poquito de dolor al principio, pero ya después
terminé metiéndomelo hasta donde fue posible. Un gemido escandaloso se escapó
de mi garganta. ¡Si tan inmenso placer lograba conseguir con un vil objeto frío
e inánime, cómo sería verse y sentirse penetrada por una verga de verdad! ¡Una
verga potente de macho excitado! ¡Y que ese mismo miembro encendido en fuego de
sangre descargue después su contenido espeso y purificante dentro de mis
entrañas palpitantes!... Comencé a meter y sacar el objeto simulando la
acometida del hombre en el instante mismo de la cópula. Mi imaginación volaba a
mil, las imágenes cargadas de erotismo se agolpaban en mi cerebro envuelto en
llamaradas de impudicia. ¡Era a la vez la mujer sumisa y obediente y la bestia
insaciable, la yegua quizás soportando el peso sexual del caballo, el macho
dominante, el semental de poderoso falo, de incisiva méntula, horadando con sevicia
la juntura caliente de mis nalgas!... Todo lo que sé es que me vine inevitable
pero estremecedoramente por delante. Y todo lo que sé también es que la culpa
la tiene el hijo de don Miguel Antonio Gómez Correa por tenerme olvidada,
abandonada, y ahora encerrada en esta pieza”.
RICARDO FIGUEROA-LA MÁQUINA DE ESCRIBIR/ AUTOR.
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