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Cuando la puntualidad no sirve para nada

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  Cuando la puntualidad no sirve para nada.                                                                    “ Ahora sus ojos eran atrevidos. Regresaba del                 olvido con la furia de quien necesita taladrar la tierra”                                                              Héctor Rojas Erazo, En noviembre llega el arzobispo.   Como todos los días, debía hacer mi ingreso al trabajo 15 minutos antes de la hora estipulada. En el trayecto desde mi casa hasta allá encontré serias dificultades de tránsito. Todo indicaba que llegaría tarde. Mis jefes no lo entenderían. Al llegar con el retraso previsto, la mirada severa y el ceño adusto del vigilante en la puerta me detuvieron. Adiviné en su gesto el cumplimiento de una resolución fulminante. Yo quería hablar, explicarle, dándome enseguida la espalda. Llevo horas, días, semanas tratando de obtener su atención. He visto a mis compañeros entrar y salir, conversar entre ellos y reírse, sin advertir para nada mi presenc

CAPERUCITA ROJA, EL LOBO, Y LA ABUELITA.

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    Andaban juntas Caperucita y su madre cuando la mamá, llevándose las manos a la cabeza, le dice a su hija: ¡Hoy cumple años tu abuelita, debes ir y llevarle un regalo! Compra frutas y dulces y llévaselos sin pérdida de tiempo. Mientras tanto yo adelanto unas gestiones en el banco. Caperucita, que así le decían por llevar   siempre puesto un gorro rojo en forma de pico cuya extensión cubríale la espalda en forma de capa, pensó que ir donde su abuela a una hora tan temprana le permitiría disfrutar un poco del bosque, las flores y las aves, mientras avanzara por el camino hasta su casa. Compró unas pantuflas muy suaves a precio de oferta, y con la plata restante llenó su canastita de manzanas, peras, ciruelas y bocadillos de guayaba que a su abuelita tanto le gustaban. Una vez organizado todo, Caperucita tomó el camino del bosque para llegar lo más pronto posible a la casa de la abuelita. Era ésta una desvencijada vivienda con un perro muy viejo y cegatón, también había algunos

Un ventrílocuo con sueños de paño azul

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  El día domingo 14 de mayo de 1989 la Revista Cultural RETO del Diario del Sur publicó un cuento del joven escritor Alfredo Villarreal a quien conocí en el Taller Literario "Técnicas del Minicuento" realizado ese mismo año, 16 de junio, en la Universidad de Nariño, Extensión Cultural. Durante esa participación en el Taller dimos a conocer nuestros primeros trabajos  literarios lo cual despertó interés y admiración entre los asistentes, entre ellos Alfredo. Vinieron las preguntas de rigor, qué tipo de lecturas eran las que más nos gustaban, cuánto tiempo llevábamos escribiendo, en fin, una charla amena que dio origen a una inmediata amistad. Así fue como me enteré que mi amigo ya tenía participaciones en concursos locales y departamentales, con cuentos y ensayos, algunos premiados, teniendo por demás el privilegio de la publicación en los periódicos de la ciudad. Fue así como pude conocer y obviamente leer el cuento "Un ventrílocuo con sueños de paño azul" publicado

Un encuentro impensado, fragmento.

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  _ Te conozco –le dije mostrando mi comprensión a sus deseos repentinos-. Sé que no puedes estar mintiéndome. Si no fuera porque de pronto Leonor, ante mi negativa de yo salir a su encuentro, pueda llegarme de improviso aquí a la casa, te dejaría dormir en mi propia cama si lo quisieras. Pondré un aviso en la puerta anunciando que regresaré mañana. En caso de que no conteste el celular. Hizo intento de besarme, pero la contuve. _ No lo hagas, aquí no, por favor. Una cosa es que acepte ir contigo a tu casa, y otra muy distinta que ya tenga decidido el tipo de comportamiento que deba mostrar hacia ti. Todo a su tiempo. En el camino veremos qué es lo más conveniente para ambos. Salimos. En la calle nos encontramos con varias personas conocidas que nos saludaron. En ciertos momentos hice caso omiso de los saludos insistentes y suspicaces. Los bochincheros que no faltan. La casa de la chica quedaba apenas a dos manzanas de la mía. Antes de llegar, en un local pequeño, funcionaba una

SINCRONISMO

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  Sincronismo.   Entre el cortinaje, cascada verde, traspasada por los rayos solares, se advierte los rizos de oro, los ojos vivaces, la sonrisa incierta pintada de fresa, la blancura inocente de sus dientes magníficos, deslumbrantes, donde la tentación del beso se materializa. El audaz cortejante esboza una sonrisa deleitosa. Con dedos impacientes aparta los pliegues del lino descubriendo lirios, anémonas, jacintos de agua, esquivos helechos ocultando el misterio del oculto tesoro. Su paciencia se pone a prueba. La sangre le circula como lava volcánica en las venas. La angélica figura advierte el peligro desde el otro lado. Su desnudez desprotegida le espanta. Recurre a la frondosidad húmeda de los helechos para mimetizarse. Se ha convertido en un búho solitario dispersando su cántico simple y ululante por los alrededores. Un mensaje de advertencia (¿o de complicidad?) hacia su inminente verdugo. El enigma del beso y la caricia se expande con sutileza por el bosque. Como aroma de

Como en una película

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  No faltan las ocasiones para suponer cosas. Ahora mismo supongo, por ejemplo, que la luz del día se extinguirá repentinamente dejándonos a todos en la más absoluta oscuridad. Será un fenómeno imprevisto que nos cogerá por sorpresa a los humanos sin llegar a saber nunca qué lo produce. ¡Y es que el mundo ha cambiado tanto! dirán a modo de explicación los más ingenuos. El clima lo ha trastornado todo, exclamaran otros. Hasta el tiempo parece haberse acelerado más de la cuenta. Antes era distinto. El día era larguísimo y la noche interminable. Perfectamente se podia dividir el estado del sueño en fases distintas. Como en una película, por ejemplo. Podía empezar uno soñando que iniciaba un viaje en tren, llegar al sitio de su destino, dirigirse a un hotel, descansar dos días, vivir alguna aventura de tipo amoroso o violento. Era como la primera parte porque las ganas de ir al baño despertaban al duermiente provocando un intermedio. Luego de volver a acostarse y retomar el sueño el ambien

EL PLACER TEXTUAL

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  Había empezado a leer La divina comedia hace dos semanas, debí haberla terminado en cinco días, máximo, pero el peor error que comete uno es imponerse un plan de lectura que abarque determinado tiempo sin contar que alrededor de uno existen otro tipo de prioridades a las que tampoco se debe descuidar o relegar y que son, en últimas, las que determinan todo. Bueno, hoy me levanté muy temprano con ese propósito, terminar las últimas cuarenta páginas que me faltaban para saldar esa deuda con Dante, teniendo esta vez sí un reto de mayor envergadura con Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. No es que sea la primera lectura de este libro, cuando estuve en Pasto, estoy hablando del año 1980, compré el libro en uno de los supermercados más conocidos y tradicionales de la ciudad llamado AMOREL, el antiguo Amorel que quedaba   en la calle 17 entre carreras 22 y 23,y en ese tiempo algunas editoriales nacionales como extranjeras (Plaza y Janés, Oveja Negra, Bruguera, sobre todo) tenían sus sta