Un encuentro imprevisto.




Un encuentro imprevisto.

Me retiré del sitio donde me encontraba junto con mi esposa, que estaba escogiendo algunas frutas para llevar a casa, cuando descubrí a Verónica en la sección de ropa deportiva haciéndose la que miraba algo. Pero la verdad no estaba buscando nada, era un pretexto para que yo la viera y me dirigiera hacia ella. Vi a mi esposa que me daba la espalda y sin más explicaciones le dije esperame un momento voy al baño. Vero de inmediato dio la vuelta y se metió al pasillo contiguo. Cuando estuve junto a ella lo primero que hizo fue besarme. El olor delicioso que emanaba todo su cuerpo me embriagó. "Sabes que no puedes hacer esto, menos aquí. Estás provocando más que un escándalo, mira que si nos descubren se me acaba todo, mi matrimonio, mi familia, estás jugando con mi vida, con todo lo que poseo" Ella parecía no escuchar mis palabras. Su cuerpo lo pegó decididamente al mío. "Siempre tendremos más cosas buenas que malas querido mio, siempre seremos el uno para el otro, siempre serás tú y nadie más... entiende que te amo, que te necesito, que deseo que estemos juntos" La pasión con que decía cada palabra hizo que me olvidara del peligro latente en ese momento. La abracé tan fuerte que sentí los latidos de su corazón desbordándose de su blusita blanca como un vuelo enloquecido de mariposas. "Yo tampoco puedo vivir sin ti amor mío, me gustas y te amo demasiado, siempre estaremos juntos a pesar de todos los obstáculos que se interponen en nuestro camino, eres la mujer más linda y tierna del mundo, te promete que nunca te dejaré sola" Volvimos a besarnos ante los ojos entrometidos de la gente que pasaba a nuestro lado. Ella era desde luego mucho, mucho más joven que yo, era casi una niña, con un rostro tan angelical que en verdad la hacía ver como una chiquilla al lado de su padre. Lo que nadie sabía era que tenía 21 años bien cumplidos y dos relaciones fallidas, la una con un primo que fue el que la desvirgó después de llegar ella del colegio, tenía apenas 16 años, su madre trabajaba todo el día, su padrastro salía a trabajar al mediodía  y llegaba y  a las nueve de la noche, muchas veces oliendo a cerveza. Verónica tenía que llegar a calentar la comida que su mamá le dejaba preparando y enseguida se acostaba en la cama a dormir toda la tarde. Ya había almorzado cuando dieron golpecitos en la puerta, se asomó de arriba de la ventana y vio al primo que le hacía señas para que le abriera. Al principio ella sintió miedo de que fuera a verla algún vecino y le dijeran después a su mamá. Pero ese día se sentía llena de sensaciones y con unas ganas tremendas de tener a su novio cerca. Así como estaba, con poquita ropa encima bajó corriendo y le abrió al muchacho, que sin pérdida de tiempo empezó a quitarle el top y los calzoncitos y de una vez le fue practicando sexo oral como todo un experto para quitarle cualquier signo de resistencia. Ella le dijo que subieran al cuarto, que lo hicieran en la cama. Fue así, de repente, que perdió su virginidad. El primo le limpio la sangre con papel higiénico y ella se puso a llorar pensando en su mamá. Le dijo que se fuera. Que no lo quería volver a ver más. Nunca volvieron a buscarse. Pasaron dos meses y conoció a su segundo hombre, un compañero mismo de su colegio, Juancho. Al principio ella se propuso no entregarse tan fácil. Quería empezar una relación sana, tranquila y serena, sin nada que le alterara los sentidos. Duraron seis meses sin pasar de los besos y las caricias. Hasta que una tarde volvió a repetirse la historia. Después que llegó del colegio, almorzó, se quitó la ropa y se echó a la cama, casi desnuda, Juancho tocó en la puerta y ella se asomó y le tiró la llave para que abriera y entrara. Hicieron el amor toda la tarde. Hasta que ella le dijo no más porque le dolía. A partir de ese día siguieron haciéndolo casi a diario, menos los domingos y festivos porque su madre y su padrastro no trabajaban esos días. Empezó a tomar pastas para evitar el embarazo. Otras veces decía ella obligaba al muchacho a que lo echara afuera para evitar cualquier riesgo. De buenas que no me preñó decía entre risitas picaronas. Una tarde después del colegio fue a mi casa a que le ayudara con un trabajo de español. Tocó ella en la puerta, me asomé por la ventana, y le abrí. Traía un cuaderno y el cabello suelto. Ayúdeme con esto que tengo mucha pereza, el calor me fastidia. Vi su letra grande, como acostumbraba a hacerla, y el cuestionario. Literatura colombiana, autores más representativos. Le resolví el trabajo lo más rápido que pude. Ella estaba a mi lado pero sin sentarse, parada y con el brazo puesto en mi hombro. Su cabello largo por momentos me rozaba la espalda. Ya está, le dije. Son diez mil. Se lo dije para tener algo gracioso qué decir. Inopinadamente acercó el rostro a mi cara diciéndome "tome le pago porque plata no tengo" y me estampó un beso en plena boca que me dejó sin aliento. Ese fue el comienzo de una relación que vino a extenderse por muchos meses y en la cual tuve que hacer acopio de valor pero sobre todo de ingenio para no ser pillado. Sin embargo la chica era tan sagaz y osada que no le temblaba ni un músculo de la cara para hablarle a mi mujer cuando iba con cualquier pretexto a la casa. La mamá de ella y mi esposa eran muy amigas, acudían los domingos a misa y de regreso tomaban café con empanadas, sea en su casa o en la nuestra. A Vero no le gustaba ir a misa, pero en vista de que podía venir a la casa sin ninguna sospecha se unía a ellas y llegaban las tres.¡Cuántas veces, en plena conversación, y por debajo del comedor ella levantaba su pie desnudo y me lo restregaba en la bragueta provocándome erecciones descomunales! Una vez en que su mamá y mi esposa salieron a comprar algo a la tienda, estando en mi casa, Verónica se quedó hecha la interesada en un partido de fútbol que pasaban por la tele, y apenas ellas salieron aprovechó para bajarse el  short y pedirme que la penetrara, ahí mismo en la sala. Cuando las dos mujeres regresaron, cosa de diez minutos, ella, mi amada abusadora, seguía impertérrita mirando el juego como si nada hubiera sucedido. Y antes de irse ese día me dejó escribiendo en la contratapa de un libro: "15 meses a tu lado y los que faltan. Vamos por más". Como si fuera un partido de fútbol y estuviéramos pendientes de los resultados. ¿Goals and dreams together? I love you my baby. Esa es la historia desde entonces. La que hemos venido viviendo y escondiendo en la más absoluta clandestinidad. Ella tiene 21 años y no quiere saber de tener novio porque dice que ya lo tiene. Yo al lado suyo no sé qué soy ni como calificarme. Le digo que no podemos seguir así. Que se busque un novio de verdad y piense en su futuro. Que esto no tiene sentido. Pero hablarle a ella es como hablarle a una estatua. Una estatua demasiado bella pero incapaz de entender. Yo estoy locamente enamorado pero al mismo tiempo la repudio por ser tan comprensiva conmigo. Comprensiva en el hecho de entregarme su cuerpo sin hacer ningún tipo de preguntas. De no hacerme jamás ni un reclamo. Acepta a ojos cerrados que nos amenos tal y como empezamos ese primer día, de la manera más desinteresada y espontánea. Como si todo fuera un juego macabro de chiquillos. Mientras no nos descubran no va a pasar nada, dice, cuál es el problema entonces. Pero yo sé que esto va a tener un fin. La verdad tarde o temprano va a evidenciarse por cualquier lado y entonces estaré perdido. Se lo acabo de decir en el supermercado mientras sigue besándome como loca a la vista de los clientes. Una viejita que pasaba con un canasto arrugó tanto la cara que me produjo un ataque de risa. Súbitamente apareció mi esposa guiada por la bulla. Verónica se hizo la que me socorría dándome palmaditas en la espalda. "¡Ay no, doña Patricia, usted sí que tiene un esposo muy chistoso, un día de estos nos va a matar pero del susto, mire que está tan rojo que parece que lo hubiera atacado la apoplejía!"... Y diciendo esto se fue muy campante moviendo adrede su hermoso trasero.

Ricardo Figueroa-La Máquina de Escribir/ Autor.

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