Esa noche


Esa noche
sentí los pasos de Alícia
resonar por el solitario y oscuro pasillo;
me inquieté ante la osadía
de saberse libre
como una mariposa en vuelo.

Sentado ante la pequeña mesa de madera
tuve tiempo para construir una última frase
aceptando que ninguna casualidad
encaja en el vil desprecio.

La recibí con la mirada repleta
de dulces y a la vez
caóticos deseos.
Inmóvil en el marco de la puerta, semejando
una fatídica aparición de ensueño; no hablamos.
El encuentro acabó
por paralizarnos a ambos.

Extendí una mano como de ciego,
la sutileza de su sonrisa abolió de tajo
esa distancia cruel que nos separaba.
¿Estamos solos?
Lo dijo con voz temblorosa
de niña asustada.
El beso la convenció de entregarse
al instante impuro de pasión
que en el alma la condenaba.
¡Alicia, desflorada con delicia,
amada beso a beso,
palmo a palmo sacrificada!
En sus ojos, noche inmensa que el placer desborda,
mi alma navega a la deriva: es reflejo de agonía
en tu herida reivindicada.

Ricardo Figueroa.La Máquina de Escribir.


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