Dos Cartas Recuperadas de mi Abuelo





DOS CARTAS DEL ABUELO ARQUIMEDES  (La primera, llevada por mi hermano Fernando en una visita que nos hizo por aquel tiempo al pueblo donde vivíamos, Puente El Verde, un caserío en las estribaciones de la cordillera central, cuna de conflictos, los mismos que hasta hoy  día han puesto en jaque a los gobiernos de turno y a la sociedad en general. Guerrilla y narcotráfico de mano con la delincuencia común. La segunda carta después de ir nosotros y conocerlo en Pasto, junto con nuestros demás familiares, tíos, tías, primos, a los que nunca antes habíamos visto,  pero sí tenido una idea por la descripción, siempre detallada, clara,   llena de nostalgia, sentimientos y  amorosos recuerdos que nos hacía papá.

Pasto, Octubre 21 de 1975

Raúl, hijo querido:

Como se acerca el día de San Rafael (24 de octubre),  nada más oportuno para enviarte mi cariñoso y paternal saludo, deseándote pases un día muy feliz en unión de Alba y los hijos que se hallan a tu lado, esperando que todos estén bien de salud, para  que festejen ese día de tu cumpleaños llenos de alegría, a cuyo festejo se une tu viejo que no deja de pensarte, también lo hacen Michita, Bárbara, Fernando, Julia, Juan Pablo y Mario Fernando que ahora complementa la familia de los tres que quedamos en este hogar, y que son para mí un verdadero consuelo en mi solitaria vejéz. Anhelo que en este gran día especialmente como en todos los de tu vida, tu patrono San Rafael, sea y siga siendo tu protector y amparo; a él, desde que naciste en el día de su fiesta, tu madre, tu santa madre te consagró y te puso bajo su protección y amparo, por eso invócalo en tus necesidades que Él te protegerá. De pensamiento y con todo el corazón estaremos todos a tu lado en este día feliz de tantas recordaciones.
Que no sea esta carta la que lleve tan solo la felicitación por tu cumpleaños, debes estar deseoso de saber cómo nos encontramos todos, y así te hago una reseña rápida: yo, más o menos, estoy bien, después de una fuerte gripa que me dio y de la que curé, me quedó una tos que me tenía preocupado, pero con las drogas que me han suministrado los médicos de la Caja de Previsión Departamental, estoy bien, gracias a Dios, y sigo tan campante con los 85 almanaques que no me han acurcado ni me hacen demostrar esa edad, seguramente por mi vida austera y conforme que llevo.- Michita está con un poco de novedades en su salud, como afectación hepática, renal, y últimamente una especie de várice que le apareció, seguramente por el trabajo tan duro y tan mal remunerado que tiene con un Centro en el Barrio Obrero, de la entidad de Cáritas; no está postrada, sigue en su trabajo, pero tomando la droga que le recetan los médicos de los Seguros Sociales.- Bárbara, con su reumatismo incurable, sigue con su cojera, a ella la atiende el Dr. Bastidas, y como siempre sirviéndonos en todo y con la misma buena voluntad.- Fernando ya se ha recuperado casi totalmente a pesar de todos los disparates que cometió después de la operación. Julia y los niños están sin novedad, doña Ermelinda, la madre de Julia, estuvo muy mala hace unos pocos días, nos hizo asustar bastante, pero según el médico la salvó de un derrame cerebral una hemorragia nasal que le dio, la han seguido tratando y está ya casi bien.- Blanca Elvira ya hace unos quince días que está, puede decirse, postrada con una novedad que le apareció a la pierna derecha, se le hinchó muchísimo y no la podía mover, menos pararse y caminar; se temía que fuera una embolia, ya está desinchada, pero no puede todavía pararse. Ernesto también sigue muy delicado en su salud; en su aspecto está más envejecido que yo, está además bastante flaco. Por fortuna los 14 hijos sí están bien de salud y las dos mujeres mayores están trabajando, María Stella en Cedenar, con un sueldo de más de $3.000.oo y Carmen Elvira en el Banco de la República con algo más de $2.000.oo; el Ernestico está de entrenador de básquet en el Colegio Champagnat de los H.H.Maristas con sueldo de $2.500.oo dice él, pero como que es sólo hasta diciembre; los demás están estudiando, viven ahora vecinos en casa de Magdalena Narváez, por eso podemos vernos con más frecuencia. En la casa de los demás familiares como la de Teresita, Gerardo, Emilio, etc., están sin mayor novedad en la salud; me hago intérprete de toda la familia para enviarle afectuosos recuerdos.
Y en espera de una pronta respuesta, me despido con mi estrecho abrazo de felicitación por tu cumpleaños y mis recuerdos para Alba y los niños.
Te bendice amorosamente tu viejo,
Arquimedes.





Pasto, septiembre 20 de 1977


Mi muy querido hijo:
Además del saludo personal mío, de Michita y Bárbara que llevan los queridos nietos para ti, Alba y la niña, lo hago también mediante esta carta, deseándoles estén bien de salud y gozando de todo bienestar. Por aquí yo estoy ya bien de la gripa que traje de San Pedro y no tengo ninguna otra novedad, gracias a Dios. En los demás hogares tampoco hay mayores novedades y todos se unen a mí para enviarles afectuosos recuerdos.
Aunque los nietos queridos regresan al hogar paterno, miro yo que se van muy enguayabados, y no les falta razón; por su manera de ser y proceder se hicieron acreedores al afecto del abuelo, tíos, primos y de todos los familiares con los que estuvieron en contacto y especialmente con los primos de mayor o igual edad; ellos los han hecho pasear, oír música, bailar, y el que más se avino con ellos fue José Luis; como él viene aquí diariamente se ponía a charlar con ellos o los sacaba a pasear; creo que ellos en los días que han pasado aquí no sintieron nada desagradable ni contradictorio. Gerardo, Teresita, Emilio, Blanca Elvira no solo los han recibido bien en sus casas, sino que los han invitado a un almuerzo o comida especial. Ellos les contarán cómo los he atendido yo y obsequiar de acuerdo a mi poca capacidad económica, lo mismo lo han hecho Michita y Bárbara. Los hemos conocido y hemos podido valorar las enseñanzas y ejemplo que han recibido en el hogar, los felicito. Me despido de ellos con pena y cariño y les deseo un viaje sin contratiempo. Y tú recibe mi amorosa y paternal bendición.
Arquimedes.
    

El día martes 23 de marzo de 1982, siendo las 09:30 aproximadamente de la mañana, falleció mi abuelo Arquimedes. En esos momentos me encontraba yo trabajando en el almacén Patricia y recuerdo que se apareció papá. Me hizo señas desde afuera para que saliera. Lo vi pálido y con la angustia reflejada en el rostro. Le dije a don Carlos, mi patrón, que estaba en la caja registradora, que me permitiera salir un momento a atender a mi papá. Asintió  mirando a papá y dándole a su vez un saludo inclinando respetuosamente la cabeza. Al salir, las palabras de papá me conturbaron el corazón: “Mijo, papá está agonizando, sólo esperamos que llegue el padre Alvarez para la extremaunción, están todos reunidos en la casa, tiene que venir usted” Entré de inmediato y le avisé a don Carlos. Me dijo que me fuera, saliendo luego él hasta donde estaba papá para hablarle y darle un abrazo solidario. Yo entré a la bodega, me cambié de ropa y salí lo más rápido que pude. Recuerdo que don Carlos me devolvió para entregarme un billete doblado. “Cualquier cosa que necesite me comunica, usted sabe que en estas circunstancias es cuando más necesitamos de las personas, de los amigos. Tenga esta plata para cualquier gasto que tenga que hacer” Tomé el billete y lo metí despreocupadamente en el bolsillo trasero del  pantalón. Mientras íbamos camino a casa, cuya distancia no excedían las cuatro cuadras, la voz quebrantada de papá me refirió el penoso padecimiento de mi abuelo. Casi no durmió anoche, se quejaba de tener mucho frío, la Michita le envolvió los pies en una cobija de lana y le puso la bolsa del agua caliente encima. Por momentos oraba apretando el crucifijo en sus manos. Dice la Michita que habló dirigiéndose a mamá como si ella estuviera allí cerca. La Michí se asustó mucho. Quiso salir en busca de Fernando pero no quiso dejar solo a papá en ese estado. Los ojos de mi abuelo estaban desmesuradamente abiertos. Era como si una desesperación lo estremeciese por dentro. Luego llamó a Miche pidiéndole que se quedara junto a él. Que no fuera a dejarlo solo. Así hasta que amaneció. Eso me dijo papá mientras avanzábamos y yo recordé que antes de salir al trabajo me asomé al cuarto y lo vi dormido en su cama. Blanca Elvira me salió al paso: “Es mejor que lo dejemos dormir, pasó una noche muy mala” Y ahora, pocas horas después, regreso para asomarme por esa misma puerta y ver a casi todos mis tíos allí reunidos junto a su cama. Mi tío Ernesto lo había tomado en su regazo como si se tratara de un niño allí sentado en la cama. Me acerqué y le tomé una mano a mi abuelito. Era casi ya una mano sin movimiento donde por encima de la piel tan transparente que la cubría se detectaban sin dificultad todos sus huesitos. Abuelito, abuelito, le dije ya con las lágrimas y los sollozos estremeciéndome el pecho, te quiero mucho, me arrepiento de no haber pasado más tiempo contigo, pero no fue mi culpa, vine a conocerte demasiado tarde, las circunstancias de la vida no permitieron que fuera antes, sin embargo tuvimos buenos momentos y hasta tiempo de conocernos un poco, allí junto a la ventana mientras te leía el periódico y desayunabas, es el recuerdo más lindo que me queda de ti abuelo Arquimedes… Alguien me retiró justo cuando a mi abuelo le sobrevino una especie de espasmo…y murió. Eran las nueve o casi diez de la mañana de ese martes 23 de marzo de 1982 y el frío se cristalizaba en el alma como una escarcha creciente y dolorosa. Nos abrazamos todos en un solo llanto en torno al patriarca, contemplando en mi caso su rostro desprovisto de toda facultad humana  para responder una sola de mis palabras. Se fue en un momentico con la sencillez y la humildad que ya en sus últimos años le conocí. Y sí, me duele en gran medida la falta de tiempo para haber compartido más a su lado. Porque mi abuelo fue muy inteligente y su lucidez mental le permitió hasta último momento tener los pies muy firmes sobre la tierra. Vine a conocerlo prácticamente a mis 17 años, cuando junto a mis dos hermanos pudimos viajar desde el pueblito donde estábamos viviendo y pasar una corta temporada de vacaciones en Pasto, allí en la casa Paterna como se le decía donde también vivía mi hermano Fernando con su familia. Esa fue la primera vez de nuestro contacto con el abuelo y la familia en general.

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