Travesía por el desierto






Travesía por el desierto.


Recuerdo la vez que estuve haciendo una travesía por el desierto. Era una distancia muy larga la que debía recorrer. La poca agua que llevaba se me agotó muy rápidamente. El calor y la sed se estaban volviendo insoportables. Qué bruto venirme al desierto sin saber realmente lo que era éste. Haga de cuenta el infierno con arena hirviendo. Sin embargo seguía caminando sin detenerme con el propósito de llegar al sitio señalado. ¿Cuál era éste? Ya ni me acuerdo. El terrible calor cocinaba a fuego lento mi memoria y todos mis pensamientos. De pronto divisé a lo lejos una figura humana que venía en dirección al sitio donde me encontraba. Alabé a Mahoma como el falso árabe que era. Bien paisa yo. Paisa no. Paisano. Acelerando los pasos llegué a su encuentro. "¡Por el amor de Dios, déme agua, necesito agua!" El que venía ni siquiera reparó en mi desespero, todo lo que me dijo fue "Lo siento amigo, no llevo agua, pero tengo corbatas para la venta, cómpreme una" ¿Corbatas? Usted está loco hermano, yo necesito es agua, me muero de la sed. El tipo siguió de largo sin más explicaciones. Seguí caminando con la convicción de encontrar a alguien más en el trayecto. Y justo cuando lo pensaba, apareció en la distancia otro personaje caminando hacia donde yo estaba. Al llegar por poco me le abalanzo con la esperanza de que tuviera agua. Lo extraño del caso fue la respuesta que me dio: "La poca agua que traía me la bebí en el camino, estoy tan sediento como usted amigo, pero llevo corbatas, mire la variedad, buenas, bonitas y baratas" Estuve a punto de agarrarlo a golpes con las pocas fuerzas que me quedaban. El hombre siguió su camino y yo proseguí el mío. No había andado mucho cuando en la distancia se perfiló la figura de otra persona avanzando hacia mí. Al encontrarnos casi le imploré que me diera agua y al igual que los otros dos me ofreció corbatas de un muestrario bien surtido que llevaba. Sin embargo tuvo la cortesía de avisarme que no bien lejos había un oasis, allí podrá beber toda el agua que quiera amigo, me dijo. Apresuré con dificultad los pasos y efectivamente dí rápida y milagrosamente con el oasis. El lugar estaba rodeado de una malla de seguridad y había un vigilante cuidando la puerta de entrada. Cuando llegué casi desmayado le pedí el favor de que me dejara entrar. Imposible, me dijo el uniformado, a este sitio está prohibido el ingreso sin corbata.




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