Despertar a tiempo.
Durante el sueño todas las realidades pueden ser posibles y
nos golpean tan duro que terminamos por despertar muy asustados, con el corazón
andando a mil. Decimos entonces que fue una pesadilla. Gracias a Dios fue sólo
eso, una pesadilla, y comprobamos con nuestros ojos el orden de la habitación
para tranquilizarnos, para saber que estamos a salvo. Lo que soñé fue lo siguiente: Viajaba con mi
familia, mi esposa y mi hija hacia alguna parte, era un viaje que hacíamos con
algún objetivo determinado llevando algunas maletas para varios días. El bus en que íbamos era
cómodo, muy confortable, disfrutábamos del viaje hablando, riendo y comentando
las situaciones de los demás pasajeros. Algunos eran muy amistosos y nos trataban
como si ya nos conocieran de mucho tiempo atrás. El bus empezó a ascender por un
terreno muy empinado, era la zona montañosa, estaba muy nublado y
lluvioso. Mi hija empezaba a asustarse.
Es natural, le dije, estamos en una parte muy alta, la temperatura disminuye,
no quiero estar afuera soportando el frío. Después de haber avanzado por casi
media hora el bus se detuvo ante una fila de vehículos estacionados adelante. El conductor del vehículo se asomó por la ventanilla.
Observé muestras de
impaciencia por parte del hombre vestido con camisa blanca y corbata azul. Me
levanté de mi asiento para tratar de mirar por los vidrios empañados. La gente
empezó a hacer lo mismo y a preguntar sobre lo que estaba ocurriendo en la vía.
El conductor volteó la cara hacia nosotros. “Hay un derrumbe –nos dijo-. Dicen
que la situación del terreno es muy mala. Habrá que esperar”. Al cabo de un
rato los vehículos de adelante empezaban a movilizarse. Una especie de
presentimiento me llevó a pedirles a mi esposa y mi hija que nos bajáramos.
“¿Bajarnos ahora que por fin se pone en marcha este bus? Yo de aquí no me muevo
y Marcelita tampoco. Vea como está el tiempo
de malo afuera, será para terminar todos enfermos y eso sí será peor, no
vaya, quédese con nosotras” Mientras ella me hablaba alcancé a
ver que unos metros más adelante caía mucha tierra y polvo de la montaña y ya
no se veían los carros. “¿Te das cuenta? –le dije-. Hay un desprendimiento de
tierra, no entiendo cómo es que los carros siguen avanzando, esto es un peligro
inminente para todos, debemos bajar inmediatamente, lo más probable es que
terminemos sepultados por el alud, háganme caso, por Dios, bájense que estamos
a tiempo todavía”. Y como nadie quiso atender mis advertencias corrí hasta la
puerta de salida y me tiré a la vía en medio de la marcha del carro. Sin
embargo continué corriendo detrás del bus porque no quería dejarlas solas a mi
esposa y a mi hija mientras el bus seguía. Lo peor fue cuando se escuchó el
estrépito de la montaña y la carretera desmoronándose y arrastrando al abismo a
todos los carros que trataban de ganar la parte menos complicada del derrumbe.
Entre la oscuridad de un estado de la mente y la claridad de la conciencia que
nos hace reaccionar de inmediato existe un milagro y es abrir a tiempo los
ojos. Abrirlos y saber que no pasa de ser un mal sueño, una pesadilla. Lo
comprobé al ver a mi esposa dormir plácidamente a mi lado y sin un rasguño de
nada. Ni siquiera de los tantos besos que le di antes de dormirnos. Y mi hija
durmiendo tranquila en su habitación. Pasaron unos largos minutos antes de volver
a conciliar el sueño de nuevo. Pero fueron esos minutos los que me permitieron reflexionar en el milagro
de la vida y en la amargura de la muerte también. Se hacen tantas cosas estando
vivos y se borran todas cuando a la persona la abandonan todas sus fuerzas
vitales, el aliento de su espíritu, y su luz se apaga como una vela puesta al
golpe arrasador del viento. Pienso en mi mujer, a la que amo, y en mi hija, que
es la luz de mi vida. Y como humano que soy tiemblo de miedo ante cualquier
hecho cumplido. Ese miedo puede provenir de distintos factores. No
necesariamente es la muerte la que puede matar y apagar ilusiones. En la Biblia
–dice el evangelio de hoy-, la viña, el plantío de uvas, es una imagen
tradicional de la mujer amada. Pues bien, esa viña, ese plantío de uvas
representan mi única felicidad y cuido para que las plagas no lleguen y arrasen
con lo plantado, con lo cultivado. Satanás es astuto, el padre de la mentira, y
se adorna con los mejores atributos, con las sonrisas más melosas, para
cautivar y seducir. Su aliento putrefacto se reconoce después, cuando sumerge
en la ignominia y el oprobio a sus víctimas inocentes. “No actúes como el
hipócrita…que cree que puede esconder sus tretas…mientras cita el Corán en voz
alta” (Hafiz, poeta Iraní del Siglo XIV) Como toda pesadilla, hay que despertar
a tiempo de ella.
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