Estese quieto que lo corto.
PRECIOS DE CORTE NIÑOS:
NORMAL $ 50
DESVANECIDO $ 60
SI LLORA $ 100
SI LLORA Y NO SE DEJA $ 120
SI LLORA, ESCUPE, MUERDE, SE
CONTORSIONA, INSULTA Y PEGA $ 200
El viejo nunca nos llevó a la
peluquería, el mismo se armaba
de tijeras y peineta, nos sentaba en una silla afuera en el patio, y empezaba
la faena. Estese quieto que lo corto. Pero ya sentía uno que le jalaba duro los
pelos enredados con la peineta que hasta lágrimas sacaba. Eso le pasa por no
obedecer, le digo que se esté quieto. Ciertamente eran un tormento las
peluquiadas del cucho, nunca aprendió a hacerlo correctamente, lo hacía por
intuición, que era lo mismo que por necesidad. Se complacía en ver la cantidad
de pelo cayendo al piso, seña de que de peludos pasábamos a trasquilados. Y
siempre, porque en eso nunca falló, la cortada de oreja con la tijera. Nos
ponía a chillar del dolor y de ver el rastro de la sangre en el cuello. ¡No sea
cobarde que eso no es nada, vaya y lávese! Eso le pasa por estarse moviendo. Le
dije que se quedara quieto. Así que el regañado siempre salía siendo uno. Allá
en el pueblo no había peluquerías “especializadas” que digamos. El que tuviera
dotes de peluquero colgaba un espejo grande en la sala y una silla para el
cliente. Pero nadie garantizaba nada. Hasta que por ahí apareció uno que
trabajaba en la fuente de Soda, sobrino de Elvira, la que atendía ese negocio,
y empezó a coger fama de marica. Y no porque tuviera condiciones de peluquero
sino porque él vio que ese oficio, el de peluquero, podría llevarlo a
justificar sus inclinaciones sin que le estuvieran inventando cuentos. Al
principio fue el hazmerreír del pueblo con sus pantalones bien apretados y
caminado de bailarina de ballet, que hasta avioneta le decían porque parecía estar
planeando en el aire para aterrizar. Después ya se hizo común verlo en estas
fachas y a nadie llamaba la atención. Viendo que el éxito de Alvarito, que así
se llamaba el muchacho, estaba casi que asegurado, salió otro del mismo rango
pero más atrevido y sin pelos en la lengua, de nombre Heriberto, pero le decían
Berto. Este empezó a desafiar a todo mundo diciendo que ahí en el pueblo eran
una partida de hipócritas, solapados y rezanderos, que sólo mantenían viendo
por las rendijas de las ventanas y ocultando sus propias miserias y vergüenzas.
Se juntó con Alvarito para provocar un verdadero revuelo entre la rancia
sociedad local que no tardó en señalar a los libertinos de estar atentando
contra la moral y las buenas costumbres de la gente de bien y con principios
religiosos bien cimentados como era lo tradicional en un pueblo creyente y
devoto. No fue sino que abrieran un nuevo grill a sólo dos casas de la iglesia
y los dos se incorporaron sin pérdida de tiempo con la anuencia de la dueña en
la atención exclusiva de la clientela los fines de semana. El grill empezó a tener
mucho auge, así como también a aumentar los escándalos que se suscitaban
adentro por el excesivo consumo de licor. Por lo general llegaban personajes de
otros sitios a divertirse y formar su propia parranda. Alvarito y Berto eran el
centro de atracción ya que empezaron a realizar shows de baile, de salsa
principalmente, y en esto no se los ganaba nadie. La idea entonces fue traer
mujeres bailarinas de otros sitios, que fueran reconocidas, y llegaron las
famosas “garotas” a alterar la tranquilidad del pueblo. El espacio del grill no
daba abasto para albergar tanta gente y tuvo la dueña, misiá Hortensia, que
ampliar en la parte de atrás de la casa, en el solar, una especie de cobertizo
para llenarlo de mesas y extender el tablado de la pista con estibas
debidamente mejoradas. Tanto el inspector de policía, como los integrantes de
la junta de acción comunal se vieron en la necesidad de convocar reuniones
urgentes para tratar el tema y ver qué medidas se podían tomar en el sentido de
establecer algún tipo de control ante tanto desafuero. Nada resultó efectivo
pues fue la misma gente la que protestó diciendo que le estaban quitando el
derecho a divertirse sanamente. Muchos matrimonios se dañaron por culpa de las
garotas mientras que al interior de otros hogares empezaron a vivirse
verdaderos dramas al saberse las inclinaciones ocultas de algunos de sus
miembros por culpa de Alvarito y su explosivo compañero Berto. Todo cambió sin
embargo un día en que se supo de la desaparición de Alvarito, supuestamente
obligado a subirse a un campero Toyota de color rojo que se lo llevó con rumbo
desconocido, y a que Berto estuvo a punto de ser alcanzado por un disparo de
escopeta por cuenta del mayordomo de la finca a donde se había metido sin
permiso. ¿Qué estaba haciendo Berto? ¿Cuál era su pecado? Dice el mayordomo de
La Dalia, en declaraciones ante el inspector de policía, que estando en
cumplimiento de la ronda por la finca vio a este sujeto Berto sospechosamente
ocupado detrás de una vaca, a la que tenía amarrada y sujeta al tronco de un
palo. Que viendo esto se acercó con sigilo, evitando cualquier ruido que
pudiera delatarlo, y ¡oh sorpresa!, Berto estaba ejerciendo una labor de dudosa
costumbre en la vulva de la vaca, a la que le tenía apartada la cola hacia un
lado, y ayudado en su cometido desde el promontorio de una piedra. Esto llenó
de indignación al mayordomo que no dudó en cargar la escopeta y hacerle el
disparo al degenerado. Y como cosa del mismo diablo el cañón se desvió por
causa del resbalón sufrido por el mayordomo, dándole tiempo a Berto a salir,
esta vez sí, como alma que se lleva el diablo y perderse por los lados del río.
El chisme se regó como pólvora en el pueblo haciendo que Berto se enclaustrara
primero en su casa, y desapareciera definitivamente sin dejar rastros después.
Dicen algunos que lo vieron vestido de mujer por los lados de la galería en
actitud de conquista o de rebusque, allá en la ciudad, mientras que otros
aseguran haberlo visto vendiendo chance en el cuadradero de los buses que van
para la parte alta de la montaña. Lo cierto es que a las garotas se las llevaron
“unos duros de arriba” y la calma volvió a reinar en el pueblo. El grill cayó
en decadencia y misiá Hortensia tuvo que volver a montar el granero que tenía
antes para poder subsistir. Dicen que quien hizo el milagro fue la virgencita
del Carmen ante las rogativas emprendidas por la feligresía, pero los más
realistas dicen que todo se jodió por culpa de Alvarito, pero sobre todo de
Berto por ponerse a retar a Dios sosteniendo relaciones contra natura con una
vaca. Que ese grado de degeneramiento no lo entendía ni lo aceptaba nadie. Que
más le valió haberse muerto por el disparo. Ahora es la familia la que tiene
que sufrir ese estigma. Papá, que era el inspector de policía, instó a las
familias del lugar a velar por el cuidado y la buena crianza de sus hijos
menores, y a fomentar el sano esparcimiento organizando eventos culturales y
artísticos que domeñaran su carácter. En lo único que fallaba, asegurábamos
nosotros, era en el manejo de las tijeras. Por eso le propusimos que se
enseñara el arte de la peluquería entre gente seria, trayendo instructores
certificados que lo hicieran con las técnicas apropiadas y debidas que
satisfagan al cliente. Creo que nosotros seríamos los primeros beneficiados.
Nicolás Figue/ vocesdispersas-escrittore17.blogspot.com
Noviembre 22 de 2023
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