ANOTACIONES DE UN DIARIO CASI PERDIDO
(11 DE AGOSTO DE 2023- Para la perfecta comprensión del texto aquí presentado, correspondiente al aparte de un diario que estuve llevando hace 14 años ya, conservo los nombres de las persona y lugares donde ocurrieron los hechos, con la certeza de no ir a lesionar la moral ni la dignidad de ninguno de los aquí mencionados. La cita que intercalo al final del texto, que es de Octavio Paz, se encarga de explicar y justificar lo dicho)
6 de mayo de 2009-15:20
horas
“Dulce locura” Y sí,
mejor interprétalo como una “Dulce tentación” La verdad es que vale la pena
tentarte ahora que has conquistado el encanto y la gracia de tu plena madurez.
¿Te imaginas llegar nuevamente a un acuerdo, a una situación en la que tengamos
que decidir “si es más idílico contemplar el vuelo de las palomas en el parque
o refugiarnos con urgencia en un lugarcito cómodo, grato y acogedor, donde
podamos tratar asuntos que convienen al carácter de nuestra razón, de nuestra
voluntad, y de nuestros sentimientos? Sí, parece que nos llegó el momento de
las confesiones “…y de las propuestas” ¿Propuestas indecentes, me dijiste la
otra noche mientras hablábamos? Depende del cristal con que se mire. Y al igual
que tú piensas, quiero también decirte que me gustaría sentir toda esa ternura
que hay guardada en ti, que nunca dejaste escapar así hayan pasado los años.
¡Es que el amor no sólo es para expresarlo con palabras, también para hacerlo
con hechos y sentirlo con verdades! Y volver a hacer el amor contigo, en unas
circunstancias de mucho entendimiento y comprensión, me parece la más lógica y
razonable de las locuras… También la más esperada de las recompensas…” por la
sencillez y grandeza del acto mismo de la entrega” Es cierto, nuestra historia
fue muy larga, pero en su momento, “en su momento”, inexplicablemente
desperdiciada. Era como que queríamos “y no queríamos”. Unas de cal, y otras de
arena. Como en el disco de Pastor López que tanto bailamos. Supongo que no
teníamos muy claras las cosas de lo que en el fondo deseábamos. O si las
tuvimos, no fuimos lo suficientemente claros y explícitos, con la coherencia
necesaria, para expresarlo. La ambigüedad jugó siempre en ese intento. La
historia de la foto en casa de Liliana es un vivo reflejo de ello, y algunos
detalles parecidos los tengo muy presentes, frescos en la memoria. Con decirte
que hubo un tiempo, en esos largos “recesos” donde sólo era posible verte cada
fin de año, tiempo en el cual me atrajeron otras mujeres, te lo confieso. Yo
tampoco he sido un tipo de muchos amores o amoríos, en ese tiempo en el que no
estabas presente mi atracción principal eran los libros, y fue mucho el tiempo
que yo les dediqué a falta de una novia permanente ahí en la ciudad de Pasto. Lo
que nunca dejé de hacer fue responder tus cartas, porque nos escribimos mucho,
y fue por medio de esas cartas que nuestro interés del uno por el otro se
mantuvo vigente. Llegué a considerarte mi novia a la luz de esas cartas, siendo
que adoptaste un lema para que ese pretendido noviazgo se mantenga en suspenso:
“Amistad y cariño” A eso me refiero cuando te digo que era como si quisiéramos
y no quisiéramos. Como si en el fondo mantuvieses un temor, una reserva de
sincerarte del todo conmigo. Eras una de las hijas más apreciadas y
distinguidas de mi tía T... Y cuando dentro de la misma familia se decía
eso, “las hijas de T...sita”, es como para ponerse a mirar muy alto, a un espacio
realmente de privilegio, reservado a instancias sociales quizás más exclusivas.
Yo apenas vine a conocerte a mis 17 años, era un muchacho venido de un pueblo
miserable, carente de cultura, aunque con unas bases de conocimiento en cultura
general que me permitieron insertarme sin problemas en la sociedad exigente de
Pasto. Podía expresarme y actuar con buenas maneras y cortesía. Eso me sirvió
para que dentro incluso de mi propia familia me catalogaran como un muchacho “diferente”,
culto por naturaleza. Distinto a mis hermanos, a quienes calificaron de “silvestres”.
Tú me distinguiste desde el principio como “alguien especial”, y por ese motivo
empezaste a preguntarme e indagarme cosas sobre mi vida. ¿Y dejaste novia en tu
pueblo? ¡Porque cara de picarón si tienes? Enrojecimiento total e inmediato.
Sí, dejé una novia, una que me conseguí por despecho, porque a quien quería, y
de quien estaba enamorado, muy enamorado, no me fue posible conquistar. ¿Y a
cuál de las dos recuerdas más? A Nelly, que así se llama ella, a la que nunca
podré sacarme de la cabeza. Creo que te lo dije así, expresando una verdad que
me pertenecía por completo. Al menos te dije la verdad. Y en Pasto no tuve
ánimos después de conseguir novia. Sin embargo, me daba mis mañas para
involucrarme socialmente con alguna amiga ocasional o también con ciertas
compañeritas de trabajo y “exponerlas” a los ventarrones de Daza o al calorcito
delicioso y motivante de Chachagüi. Acuérdate, como buena pastusa que eres, que
aquí en Nariño para decir frío es “achichay”, para decir calor es “achichucas”,
y para decir paseo o diversión, es “achachagüí” … Por ahí quedé in fraganti en
algunas fotografías, caneca de aguardiente Galeras en mano, y ardido como un
camarón en compañía de agraciadas jovenzuelas que quisieron arriesgarse a tirar
paso conmigo en el balneario El Cundur. Porque lo de salsero no me lo ha
quitado nadie. Y como estamos en plena etapa de “confesiones”, quiero también
aportar parte de mis pecados: Me encontraba trabajando en la planta de
tratamiento de agua en M... cuando conocí a tres hermanas dueñas de una
tienda, la única que había en el sector. La mayor tendría 18 y se llamaba
Gloria, la que seguía en escala de descendencia se llamaba Alicia, 16 años, y
la tercera, la menor, se llamaba Adiela, de apenas 13 años. La madre de estas
mujeres era la dueña de un bar en un sector céntrico de la ciudad. Yo la veía
cuando llegaba a dormir a eso de las seis o siete de la mañana. Una señora
gorda, bajita, pero mal encarada. Una puta, en el mejor sentido de la palabra. Uno
de mis compañeros de la planta, de nombre Jorge, era el supuesto novio de la
mayor, o sea de Gloria. Chucho, el vigilante de la portería tenía su cuento con
Alicia. En esos días de diciembre nos confabulamos para dejar nuestros puestos
de trabajo solos, abandonados, e irnos a tomar unas cervezas a la tienda porque
se escuchaba que ponían la música. Era justamente el 7 de diciembre, noche de
velitas. Llegamos cuando ellas, las tres hermanas, luchaban desesperadamente
por prender las velas en el andén de la casa y que por el viento volvían a
apagarse. Jorge empezó a besuquearse con Gloria, el Chucho se hizo a un lado
con Alicia, y yo intenté seguir prendiendo las velas con Adiela, haciéndole
toda clase de bromas, y riéndonos del tiempo perdido por causa del viento.
Estaba haciendo mucho frío a esas horas, yo tenía puesta una ruana larga a
rayas, y Adiela tenía puesto un busito deportivo de algodón de color gris con
capucha. Empezamos tomando cerveza, pero como la música fue subiendo de tono,
animándonos y poniéndonos muy alegres, empezamos a bailar. Pidieron una botella
de aguardiente. Las muchachas empezaron a tomar parejo con nosotros, incluyendo
a Adiela. Tú eres muy joven para estar tomando, le dije. Y qué, me dijo. Yo hago
lo que me dé la gana. Si te gusta bien, o sino, también, reaccionó ella con
carácter fuerte. Tranquila, le dije, es que me pareces muy jovencita, casi una
niña, por decir lo menos. ¿Cuántos años tienes? De entrada, no me quiso
responder. Recibió de nuevo la copa llena hasta el borde y se la vació toda
como toda una experta. Cuando escupió me dijo “¡trece, tengo trece años muy
bien cumplidos, don entrometido!” … Ah bueno, le dije. No quiero enemistarme
contigo por eso, más bien bailemos, porque lo haces muy bien, y eso si me gusta
demasiado. Terminamos abrazándonos, bailando muy apretaditos, y besándonos
apasionadamente. El efecto del trago hizo que fuera perdiendo la cabeza. Esa
noche, como se dice, me la cuadré, nos hicimos novios. La diferencia de edad
era escandalosa, pero nunca un obstáculo para que siguiéramos adelante. “¡Ahora
sos mi novio y no quiero que me desilusiones!”, me dijo al despedirnos porque
ya eran las tres de la mañana y la planta está sola, trabajando mecánicamente. “¡Uy
compañero, usted sí que no perdió el tiempo, la peladita es bien lanzada y
usted no la obligó a nada, ella quiso y quedó contenta con lo de esta noche!”,
me dijeron ellos, mis compañeros, un poco borrachos ya. Mi noviazgo con Adiela
duró escasamente un mes. El padrastro, un tipo degenerado, en su última etapa
de alcoholismo, me amenazó con matarme “si yo no la dejaba en paz” Era un loco
que ya no lo dejaban ni arrimar a la casa, pero que vivía en una de las casas
contiguas. Alcohólico y lo que fuera me amenazó con un machete diciéndome que
le importaba un culo arrancarme la cabeza. Le dije a la niña que yo no podía
seguir así, y que por seguridad mía, y de ella también, lo mejor era terminar. Estuvo
de acuerdo. Me recordó que había sido muy feliz conmigo en esos días, y que
hasta estuvo a punto de proponerme que tuviéramos intimidad. Eres virgen, lo
supongo. Ella se echó a reír. Entendí que no lo era. Pero igual, terminamos
dándonos muchos besos. Que hasta los mocos se le salieron de la emoción (me los
hizo probar la muy sinvergüenza). Repasando este suceso caigo en cuenta que me
identifiqué con el Humbert Humbert del paseo, te hablo del maduro profesor que
enamora y seduce a la inquieta pero fascinante Lolita en la célebre novela de
Vladimir Nabokov que por esos días ya me había leído completa. A propósito,
hace poco me vi la versión cinematográfica por un canal de la parabólica y me
encantó la actriz que personifica a Lolita, Sue Lyon. Te recomiendo la película,
si la puedes conseguir en DVD mucho mejor. Y el libro de Vladimir Nabokov, ante
todo. Lo de esa vez sí que fue “la jugada más seria que a mí me sucedió” porque
entendí que la realidad es un trasunto de la ficción, de la literatura. Por eso
me aferré a ella como a esa realidad absoluta y necesaria para interpretar
mejor la vida y las trampas que nos pone. Y por eso mismo te dije yo anoche que
asumo y clasifico la vida desde una perspectiva subjetiva, surrealista, que es
lo mejor que a uno le puede pasar. Eso que me escribiste, la simbiosis de la
canción, y tu propia historia, es una invaluable página de literatura que, sin
saberlo, has escrito para mí. Octavio Paz, en su Nocturno de San Ildefonso,
escribió esto tan bello: “Las ideas se disipan, quedan los espectros, verdad de
lo vivido y padecido. Queda un sabor casi vacío: el tiempo-furor compartido-,
el tiempo-olvido compartido-al fin transfigurado en la memoria y en sus
encarnaciones. Queda el tiempo hecho cuerpo repartido: Lenguaje”
Abrazo.
Nicolás Figue-vocesdispersas-escrittore17.blogspot.com-Vocesdispersas.
Foto subida de internet
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