Diez días.

 

Julio 14 de 2022. Diez días ya de tu partida, papá. Tu ausencia nos ha hecho reflexionar mucho acerca del valor de la vida, pero sobre todo del valor de cada persona. Es ahora cuando, a la llegada de un nuevo día, descubrimos que ya no estás. El vacío que sentimos es latente. Inmenso. Pensamos y deseamos con toda el alma creer que es parte de un sueño, un absurdo sueño, del cual queremos despertar sin pérdida de tiempo. Nos acostumbramos a verte, a escucharte, a reír con tus ocurrencias, a creer que tu presencia era un indicativo de eternidad. Que ningún acontecimiento trágico de la vida tenía el poder de detenerte, de abolirte de nuestra realidad. Que contra vientos y tempestades te alzabas majestuoso como el héroe que siempre vimos en tí. Pero te encantaba también jugar a ser niño, a deleitarte con un pedazo de dulce, y llorar escuchando una canción. Toda tu vida vivida y compartida junto a nosotros, tus hijos. En las buenas, en las malas, y en las peores. Que no siempre estuvimos bañados en agua de rosas, como solías decir. Sin perder nunca la fe y el buen ánimo, "que después de la tempestad viene la calma", otra de tus frases acuñadas de manera solemne y con la que demostrabas tener confianza en el buen destino. Fuiste un hombre feliz con muy poquito, que las riquezas materiales no se hicieron para tí. Suficiente con saber que los demás tenían lo suyo, que gozaban y disfrutaban de privilegios y comodidades, nunca ambicionaste lo que realmente te merecías, escogiste ser tan sencillo y austero sabiendo hasta el cansancio que la riqueza la poseías en el corazón. Una tarde, allá en Chachagüí, cuando veníamos de comprar pan "del horno", enfrascados en muchos temas, dijo papá "lo que no admito de este sistema capitalista es que la gente madrugue a trabajar durante todo el día por  salarios tan bajos que no alcanzan a cubrir las necesidades propias de cada hogar, de cada familia, al menos deberían pagarle al trabajador un millón de pesos, es lo justo para resolver los gastos diarios". Estoy hablando de hace treinta años, cuando el salario mínimo era de $ 41.025 pesos. ¡Tuvimos que esperar 32 años para que el pago de ese millón se hiciera realidad! ¿Y se ha mejorado la calidad de vida de la gente? El millón sigue siendo tan poquito en relación con el costo de vida que volvemos al principio, papá. Creo, sin temor a equivocarme, que el último salario que recibiste como funcionario público fue de $ 18.009 pesos, papá. Con eso le rendiste cuentas a los acreedores del momento y al Pantoja (que espero no te siga haciendo reclamos allá arriba) Vivir es una joda y cansa. Nada es completo. Ni perfecto. Se rompe a veces uno la cabeza con preocupaciones innecesarias, injustificadas. ¿Para qué? Pendejos que somos, papá. Nadie ha resueltos problemas cogiéndose la cabeza a dos manos. En esta vida toca ser un poco sinvergüenzas para ir a la par con la verdad de las cosas. No se trata de "sufrir me tocó a mí en esta vida, sino de agúzate que te están velando" El "pienso, luego existo" cartesiano se está supliendo con "el que piensa pierde" aludiendo al ritmo despiadado y vertiginoso de la vida. Todo sobre la marcha. Calle luna, calle sol. Los perros ladran, Sancho, señal de que cabalgamos. Nunca tus pasos fueron más seguros que cuando el terreno se ponía más escabroso, papá.

Nicolás Figue/Vocesdispersas-julio 14 de 2022



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