Guillermo y LLO

 


Sería un lunes del año 1988. ¿Octubre, quizás? Trabajaba yo con una empresa municipal, en la ciudad de Pasto. Cuota burocrática del primer alcalde elegido por voto popular. Camino de regreso a casa me encuentro con un joven amigo escritor (tenía publicado cuentos en el suplemento del periódico local, algunos con menciones especiales en concurso departamental, además de haber elaborado un ensayo sobre La Vorágine, el libro de José Eustasio Rivera, encontrando gran acogida en el círculo cultural e intelectual de aquel tiempo), nos encontramos, digo, ahí en la calle 16 con carrera 25. Acordamos entrar a la cafetería La Palma a tomarnos un café caliente. Me mostró un librillo que llevaba inmerso entre un periódico doblado y otros papeles sueltos; era de Evelio Rosero, desconocido en ese momento para mí. Tenía como título El eterno monólogo de LLO. Curioso título, le dije. LLO. ¿Querrá decir Yo? Y Guillermo Villarreal, que así se llamaba mi amigo escritor, me dijo que era la universalización del individuo, su Yo constituido en sus más diversas y complejas variantes, un grito mudo ante las fuerzas socialmente opresivas, institucionalmente adoptadas, convencionalmente impuestas, de arraigo violento y humillante. Y me leyó el epígrafe: Yo no soy LLO. LLO son todos ustedes. Tomé el libro y empecé a hojearlo. Es poesía, le dije. Él lo define mejor: poema novelado, se apresuró a puntualizar mi amigo con inocultable alborozo. Leí en voz alta el párrafo de la página escogida al azar: "La Maestra de la Escuela susurraba al oído: LLO, cambia de nombre, busca otro nombre" El nombre LLO no gustaba a la maestra... Pero LLO comprende que nadie vive con nombres iguales y fue por ello que nunca jamás cambió su nombre. LLO recuerda a su maestra: Mujercita agazapada, delantal oloroso a tiza y blusa transparente de jardines y praderas estampadas, flotaba desde adentro una ola de raíces y de árboles de campo como ropa limpia en la penumbra de un armario... Más de una noche LLO y sus amigos soñaron con ella, desvistiéndola en busca del secreto mientras ella recitaba de memoria el poema tan largo, eterno y prehistórico de la Pobre Viejecita". Cerré el libro. Tiene la magia de llevarte a ras del viento hacia los mejores días de la niñez, le dije. Ni modo de espantar de mi cabeza la imagen pulcra y alucinante de mi profesora de segundo de primaria, la señorita Ruth Albán, ella siempre mirándome desde la suntuosidad arrobadora de sus enormes ojos verdes, en tanto yo enrojecía miserablemente hasta sentir que disminuía mi fortaleza interior y por natural defecto, mi estatura. El pigmeo en que me convertía hacía estallar de risa a mis insoportables condiscípulos pero embargar de ternura maternal a mi comprensiva profesora que no dudaba en levantarme en sus brazos y mecerme al compás de una cancioncilla infantil emanada con verdadero amor de sus dulces labios. No sé si me quedaba dormido o perdido en la selva de sus cabellos rubios, nómada feliz anunciando un nuevo mundo. Sé que me ponía con cuidado en el asiento del pupitre, mi sueño de amor se volvía infinito en brazos de mi profesora, apartándome por completo de ese mundo cruel y despiadado que me rodeaba y que yo por supuesto aborrecía con los dientes apretados. Me hubiera gustado no tener nombre para que nadie sepa quién soy. O quién era. Con una sílaba bastaba. Como K, por ejemplo, el personaje kafkiano. Mi amigo soltó una risa franca, exenta de burla. Pagamos el café y salimos al ambiente hostil de la calle, envuelta completamente por la neblina y con el frío calando los huesos. ¿Quieres llevarte el libro? Sólo con una condición: lo necesito de vuelta para el jueves, ¿de acuerdo? De acuerdo, le respondí seriamente comprometido. Fue una de mis lecturas más placenteras y sugestivas, como estarme internando en un laberinto de imágenes bajo "la pose geométrica del diámetro de la espera, enigmáticos, eróticos imaginadores, soñadores del Enigma: ¿Qué es más grande, el Enano o la sombra del Enano?" Filamentos de fuego cayendo como lluvia.


Autor: Nicolás Figue/blogger vocesdispersas.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Algún día leerá estas páginas

Rumba en la Luna

Es domingo.