Asomada a la ventana.
Jueves
10. Me dio por hojear unos fólderes donde tengo guardados algunos escritos, y
con qué me encuentro: una carta de Mabel transcrita a máquina, con fecha de
enero 10 de 1980. Ahora recuerdo que fue ésta la primera visita que hicieron
mis primas luego de radicarse definitivamente en Bucaramanga. Las hospedó mi
tío Eduardo en su casa, la que quedaba junto al río oscuro y maloliente de la ciudad. También fueron nuestros
primeros carnavales juntos en la ciudad. ¡Qué linda estaba mi prima después de
tanto tiempo de no verla! Fue casi como la primera vez. Como cuando la conocí en la
casa del barrio Palermo llegando ella del colegio. Una niña inquieta y de
sonrisa encantadora. La veía ahora de nuevo y me dieron unas ganas
irresistibles de abrazarla y besarla. Pero no podía. No me correspondía hacerlo
teniendo en cuenta que era mi prima y que entre nosotros sólo mediaban algunas
cartas con frases amables, en cierta manera cariñosas, pero suficientes para
soñar e ilusionarme con ella. Yo entré a trabajar al almacén Patricia el 16 de
octubre de 1979. Estábamos recién llegados de la finca, en la costa pacífica
nariñense. Como siempre saliendo del monte. Mabel, Fabiola, y no recuerdo bien si
fue Beatriz o Juliana las que llegaron en ese año a pasar sus vacaciones. Con
Mabel aún no definíamos nada de todas esas escaramuzas sentimentales que
tuvimos al comienzo. A la vez que tratábamos de estar juntos, ella a veces
cogía por su lado y yo por el mío. Andaba por esos tiempos entusiasmada mi
prima con su amigo el ex seminarista, y todos los indicios apuntaban a que se
establecería una relación seria entre ellos dos. Al menos así lo entendía yo.
También rondaba por los lados un tal Alfredo, que meses después vine a saber
que era hermano de Liliana, la novia de mi sobrino Julio César. El muchacho se
mostró muy persistente y empezó a frecuentar a mi prima con visitas bastantes
prolongadas que duraban hasta el amanecer. Por este motivo lo apodaron Bombillo
los hijos de mi tío Eduardo. Tremendos los muchachos. Pero más tremenda mi
prima dándole energía al Bombillo hasta más no poder. Fueron sus propias
hermanas, mis primas, las que protestaron: “¡Ay no, pero qué exagerados ustedes,
la noche se hizo fue para dormir! ¿Y de qué tanto es que hablan que ya ni el
tiempo les alcanza?” Risitas para disimular de parte de Mabel, tomándose a
broma lo que de plano resultaba una clara manifestación de sus afectos y
preferencias por el muchacho, que hasta graciosito era. Si, le dije sacando
alientos para que fuera sincera, de qué tanto es que hablan ustedes dos en casa
ajena. Ya ni el gato pega el ojo por la guachafita que montan en la sala. Y con
la misma risita desconsiderada me respondió que de la vida, de eso se la
pasaban hablando, de la vida y de cositas que le pasan a uno en esta vida. A usted eso no debería de
importarle. Mientras unos se preocupan de venir y hacer la visita, otros se
esconden quien sabe haciendo qué. Me entraban unas ganas incontenibles de
zarandearla por cínica y perversa. Era rabia y celos lo que me provocaba con
esta forma de justificarse en su exceso de confianza con el ilustre visitante.
Al menos yo me sentía atraído por mi prima, quería tener algo con ella, y ahora
que disponíamos del tiempo y la oportunidad de establecer nuestra propia
comunicación, ella se distanciaba para atenderlo a él, al contumaz Alfredo, que
ya hasta pecho estaba sacando. En silencio repasaba sus cartas, las que ella me
había mandado desde Bucaramanga, y con las cuales yo me hice una imagen
delicada y muy romántica de lo que podría representar en mi vida ahora
que había venido. En cierta manera estaba enamorado y quería demostrárselo por
encima de cualquier impedimento familiar. Es ahora, veinte años después, cuando
reconozco esta verdad de mi corazón y de lo que estuve dispuesto a hacer para
tenerla conmigo.
Como
un recurso de ir atando los cabos para el desarrollo de esta historia
transcribo el contenido de la carta guardada en el folder:
Recordado
Antonio:
Recibe
un cordial, sincero y afectuoso saludo de quien te extraña y recordará siempre.
Toño,
te agradezco mucho la amabilidad y todas las atenciones que nos brindaron con
ese cariño que siempre los ha caracterizado. Todos los momentos que compartí
contigo especialmente estarán grabados en mi mente y en mi corazón, de eso ten
completa seguridad.
Toño,
es mi deseo que me escribas con frecuencia, en realidad me hace falta saber de
ti, de lo que piensas y sientes. A propósito: ¿qué fue de tu bumanguesita? Pues
tú me dijiste que desde hace mucho tiempo estabas enamorado de “ella”, y aquí entre nos creo saber “de quién
se trata”. Es más, ya pude hablar sinceramente con ella y me dijo que te daba
muchas esperanzas, que todo depende de la constancia y el interés que
demuestres por conquistarla de veras. No hay duda que a ella también le gustas
y desde hace un tiempito la tienes entusiasmada, es por eso que me pidió que te
dijera que estés tranquilo, que nada de lo que viste con aquel amigo existe,
que todo ese cuento se debió a una simple amistad, nada serio, por
supuesto, prueba de ello es que ya no
volverá a comunicarse con él ni como amigo ni como nada, ¿complacido? A estas
alturas la batalla la ganaste tú. ¿Qué opinas?
Como
ya te has de suponer, la pena y la tristeza que sentimos al tener que dejar
nuevamente nuestro Pasto y nuestra querida familia hizo que lloráramos mucho
durante casi todo el camino. No es fácil desprenderse uno de lo que más quiere,
los recuerdos vienen a la mente causando como es natural estados de angustia y
melancolía que cuesta mucho superar. Sólo el cariño y la comprensión de la
gente que uno quiere hacen que en la mente y en el corazón renazcan ilusiones
de nuevos encuentros en el futuro. No te miento si te digo que la pasé muy bien
contigo. Los encuentros y los bailes, las famosas “caídas” donde los tíos,
especialmente donde el tío Modesto, fueron más que un pretexto para estar
juntos y compartir, conocernos un poquito más de lo que pudimos hacerlo en
otras ocasiones y en otros sitios o lugares. No olvido que eres tímido de
remate pero con unos traguitos encima te sueltas para llenarte de confianza y
expresar esos sentimientos que muy difícilmente eres capaz de mostrar en
momentos distintos. Pero me gusta este comportamiento porque siendo así me das
la oportunidad de ir conociéndote tal cual eres en realidad. Las que han empezado a
molestarme con frases e insinuaciones son mis hermanas, ya sabes cómo son
ellas, sobre todo Fabiola, pero yo me contengo porque de sólo pensar que pueda
suceder algo bonito contigo me llena de alegría y por qué no, de felicidad.
Mi
mami, por ejemplo, se mostró prudente y cautelosa ante los comentarios de ellas
aunque sospecho que no tardará en propiciarme algún motivo relacionado con el
asunto para hablarme y que yo le dé mi propia versión de lo ocurrido. Hasta
ahora, como te digo, no me ha preguntado nada, pero cuando lo haga, no tendré
más remedio que decirle la verdad, ¿no te parece? Si me callo podría imaginarse
cosas que no van a corresponder a la verdad, y la verdad, como ya sabes, es ese
beso que nos dimos en plena fiesta donde el tío Eduardo. Algunos se dieron
cuenta, Clemencia entre ellos, y aunque tengo la certeza de que no fue de su
agrado, tampoco lo tomó como la cuota de escándalo que había de arruinarnos la
fiesta. Sólo fue un besito. Un besito cariñoso y muy inocente. En este momento
estoy observando la pequeña fotografía que me diste y no sé… Tienes una mirada
tan dulce, tan sincera y bondadosa, es algo
muy especial para mí, te lo digo sinceramente. El 6 de enero pude
descubrir tus sentimientos, pero quisiera que me digas una vez más esas
palabras que me dijiste escuchando el disco de José Luis Rodríguez “El Puma”…
¿Qué sientes y piensas verdaderamente de mí? Perdona si te causo algún tipo de
molestia al preguntártelo, pero es preciso tener de nuevo una reconfirmación de
lo que me dijiste ya que no puedo olvidar que tenías tus traguitos encima,
alborotándote la cabeza, ¿me entiendes? Y así como pudo ser cierto y verdadero,
también pudo habérsete olvidado al día siguiente. Lo que sí puedo asegurarte
por mi parte es que aquel beso significó mucho y fue la respuesta que siempre
esperé para confirmar el estado de mis propios sentimientos. Ni me arrepiento
ni me crea temor tratándose del grado de parentesco que nos une. Pienso que eso es lo que no va a gustarle a
mi mami, pero igual la decisión de seguir comunicándonos es sólo nuestra, de
los dos. El tiempo dirá la última palabra. Confío en ti, en que nunca cambies y
me prometas que aún por encima de la distancia vas a pensar siempre en mí,
¿aceptas? Yo haré otro tanto sin olvidar nunca esos bellos momentos pasados, compartidos y disfrutados a tu lado.
¡Y no olvides de enviarme la letra de la canción de José Luis Rodríguez que me
prometiste esa noche! A cambio yo te mando la de Camilo Sesto y otra muy bonita
en su contenido que te dirá lo mucho que estoy empezando a sentir por ti.
Quien
te extraña y recuerda…
Eso
me dijo en esa vieja carta que encontré en el fólder hoy jueves 10 de octubre
de 1992. Ya han pasado dos años de nuestra separación. El tiempo que estuvimos juntos fue de apenas dos, si acaso tres meses. Algo no encajó en la relación. Quizás el hecho de ser primos en primer grado de consanguinidad. Mi propia tía Gertrudis dijo que de persistir hasta lo último corríamos el riesgo de tener hijos con cola de marrano, como en la novela de Gabo. Yo se lo dije a Mabel. No había caso. Ella se quedó allá en la
ciudad a donde llegó con la maleta llena de sueños esperando que el amor
hiciera el milagro. Yo me vine a Cali sin decirle nada, sin mencionarle una
palabra siquiera que explicase los motivos de tan insólito comportamiento. Simplemente
recibí una llamada de mi hermano, qué haces, me dijo, y yo le respondí aburrirme indeciblemente en medio de este
frío, vos sabes que el clima ha sido nuestro peor enemigo, el sol no sale para
nada, y cuando lo hace, las nubes se aprestan a ocultarlo rápidamente, lo
sepultan entre el tedio y el espanto de una pesadilla sin nombre… Mi
hermano echó a reírse al otro lado del teléfono, es que sos huevón o qué, sufres
porque te apetece, porque te da la gana, que yo sepa nadie te tiene obligado a
estar allá, a menos que tengás metidas las patas y se te dificulte salir del
atolladero, más huevón todavía si eso es así, ya depende de vos buscar la
salida, si querés venite hoy mismo, tengo un edificio en plena avenida, el
trabajo es constante, necesito que vengas a darme una mano. Y eso fue todo para
ponerme de inmediato a la tarea de empacar mis cosas, mis libros
principalmente, y salir impulsado como volador decembrino hacia cielos más prometedores y
despejados, el que se fue se fue, y la que se quedó se quedó asomada a la ventana, si la vieran, con un
ojo me guiñaba, yo la vi, yo la vi, yo la vi…
AUTOR: Ricardo Figueroa P. /LaMáquina-deEscribir. Blogger
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