RESIGNACIÓN PERRUNA.



RESIGNACION PERRUNA.


Allí estaba otra vez ese perro. Era un perro de color amarillo con los huesos muy marcados en la piel. Tenía la mirada vidriosa y mostraba los dientes ante cualquier intento que hacía yo de acercármele. Recordé que en el bolso me habían quedado dos panes. Introduje la mano para sacarlos y ofrecérselos. El perro seguía mirándome con desconfianza. Como si en vez de querer hacerle yo un bien buscara quizás la oportunidad de hacerle daño. No temas, le dije. Solamente quiero calmar un poco el hambre que te consume ofreciendote estos dos panes. Ten. Son tuyos. Empieza a comer de una vez. Puede llegar otro perro más avispado y te quita lo que ya te pertenece. No seas bobo hermano. El perro hizo por primera vez un movimiento aprobatorio con la cabeza. Se aproximó a pasos lentos buscando la comida. Lamenté no poder darle más. Con eso no habría de calmar el hambre que lo consumía. Supuse que el perro hizo un camino demasiado largo para llegar hasta allí. Agua. Tendría que buscarle agua también. Pero yo mismo estaba en el filo de la carretera, lejos de un sitio donde poder encontrarla. Tendrás que seguir caminando hasta que encuentres donde beber. Le dije. Eso nos pasa a todos. En mayor grado a los seres humanos. Nadie entiende eso hasta que le toca. El perro se había tragado los panes como si fueran dos granos de maiz si lo comparamos con una gallina. Esperó muy paciente a que yo siguiera sacando algo más del bolso. Mira, le dije. En este bolso llevo ropa sucia de trabajo y viandas vacías. He trabajado doce horas seguidas, desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Son las seis y veinte y no ha pasado un carro que pueda llevarme hasta mi casa. De seguir así pronto oscurecerá. La situación empezaría a complicárseme. Por acá esto es muy solo. Llega una hora en que observas gente sospechosa movilizándose en busca de cometer alguna fechoría. Me arriesgo demasiado al quedarme en este sitio. Bueno, al menos ya somos dos. Podrías defenderme en caso de que fuera necesario. Pero en el estado de desnutrición en que te encuentras apenas tendrías fuerzas para lanzar un débil latido. No te culpo. La vida parece haberse ensañado contigo. Ignoro de donde vengas y si estuviste en mejores condiciones al lado de las personas que te tuvieron. Posiblemente te echaron luego de casa o tomaste la desición de abandonarla por seguir tu instinto aventurero. ¿Te prendaste acaso de una agraciada perrita y seguiste con ella hasta extraviarte del camino? Suele pasar. En la mayoría de los casos ocurre. Muchos perros terminan extraviados por andar detrás de una perra desconocida que luego desaparece como por encanto. Comienza el drama y la perdición. Si pudieras hablar me contarías una historia similar viéndote tan sumido en tu desgracia. Lo siento mucho. Tu suerte no fue la mejor. Seguirás tu camino. Allá viene un carro pequeño. Si tengo suerte seguiré mi propio camino. Fue un gusto conocerte. Sé que tienes un nombre. Te llamaré Tosco. Así se llamaba un perro que tuve. Era un pastor alsaciano que crié desde que tenía cuatro meses. Con el tiempo llegó a convertirse en un gran perro. Era el orgullo de nuestra casa. Pero la vida tiene altibajos. Pasamos de estar arriba a quedar muy abajo. Enflaquecimos. El Tosco aún más. Fue por un día miércoles que buscó el lugar más oscuro y frío de la casa para morir. Se murió de pura nostalgia. De tristeza tal vez de haber perdido lo que tuvo. Lo sacamos luego en un costal para irlo a enterrar en un pedazo de tierra desocupada dentro de la ciudad. Fue la primera vez que lloré por un perro. Y creo que ahora lo haré también viéndote tan indefenso y abandonado. Tengo suerte. El carro se detuvo.

Ricardo Figueroa-La Máquina de Escribir/ 11-02-2018.



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