La mujer que lloraba

Ese día recibí el puesto a las seis de la tarde. El sitio era nuevo para mi. Nunca había estado ahí. Una persona, habitante del pequeño caserío, me advirtió sobre ciertos sucesos extraños que ocurrían después de la medianoche. "Es en la parte abandonada del campamento-me dijo-, ni se le ocurra asomarse por allá" Bueno, le dije, al menos que no me diga cuál es el motivo, mi deber es pasar revista por el entorno. Yo no puedo dejar de ir. Es parte de mi deber. "Vea -dijo enseguida-, en la casa esquinera, la que queda junto al mandarino, la parte más oscura, porque la luz del reflector no llega hasta allí, se escucha el llanto desconsolado de una mujer. Usted lo va a escuchar clarito. Y como su deber es ir a investigar de qué se trata, va a dirigirse sin pérdida de tiempo. No vaya. El llanto es un ardid de la bruja para llevárselo. La tal mujer no existe. Aquí ya les ha pasado a muchos. Se lo digo para que no le pase lo mismo". La bruja. Conocía tantas de carne y hueso que una más o una menos ni me va ni me viene. Interesante conocerla. Iré a ver qué pasa, le dije al personaje en cuestión. Las horas fueron avanzando, previamente hice un reconocimiento del terreno, y a las doce de la noche me aproximé al lugar en espera de la mujer. Para que no me vea busqué el sitio más oscuro, así quedábamos a mano. Dieron las doce y media, la hora más temida, y la mujer nada que lloraba. Cerca de la una decidí ir en su busca. Exploré los alrededores, fui al sitio donde se sentaba a llorar como una Magdalena, la llamé inventándole un nombre, como para entrar en confianza, pero nada, el silencio era el único intermediario entre mi ansiedad y la supuesta bruja. Nunca vi nada del otro mundo. Sólo silencio y oscuridad. Es otra de mis grandes frustraciones, no haber logrado al menos un pequeño susto, un susurro siquiera del más allá. Lovecraft lo dijo de una manera elegante y poética: "La gente normal no tiene ni idea de lo bella que es la oscuridad"

Autor: Ricardo Figueroa/ La Máquina de Escribir.

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