Tributo a mis zapatos viejos.



Empezamos octubre. Ayer, 30 de septiembre, la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura al escritor alemán Hünter Grass. Justísimo reconocimiento al autor de El Tambor de Ojalata, escrito hace cuarenta años. Los gritos de Oskar al unísono del tambor le darán la bienvenida al Nuevo Milenio. Vi a Hunter por la televisión, asediado por las cámaras y por sus amigos más inmediatos. Bajito y algo encorvado, tratando de justificar su fama tras una sonrisa tímida de grandes bigotes. Dicen los medios informativos que la Academia hizo el reconocimiento "por haber pintado el rostro de la historia en fábulas de una negra alegría". Hace 27 años se lo ganó Heinrich Böll, otro grande de las letras alemanas y por quien sigo manifestando profunda admiración y agradecimiento; "Opiniones de un payaso" fue un libro que me acompañó en un momento difícil de mi vida, siendo como ese soporte moral para entender esas situaciones que me deprimieron y atormentaron. Al final me quedó claro que todo tiene una espera y un reconocimiento feliz.
Ayer también puse en el Correo el cuento para el concurso. Trato de ser optimista, pero en el fondo sé, de eso no me queda la menor duda, que no fue un trabajo hecho con el ritmo suficiente para disputarse un lugarcito meritorio en la opinión de los jurados. Liviano y apresurado. Las ganas de participar, con un tiempo caduco en su plazo, me impidieron depurar un poco el estilo y consolidar el argumento.
Esta mañana volví a sacar mis zapatos viejos del cajón. Descansaron una semana del duro trajín. Estaban ahí, solos, marchitos por el polvo, pero fieles, dispuestos a seguir conmigo. Por un momento tuve la ilusión de reemplazarlos por unos nuevos. Como buen traidor que soy. Ni siquiera me detuve a pensar por un instante lo mucho que me han servido, y lo fuertes y oportunos para soportar el peso de la vida que llevamos juntos. ¡Pobres zapatos viejos, los únicos, los que no se arredran ni avergüenzan por nada, ni siquiera cuando pisan mierda! La mierda me toca a veces comérmela a mí. Porque de abusos e injusticias veo tapizado el camino por donde ando. Gracias por aceptarme de día y de noche, queridos zapatos, con sol y con lluvia, con hambre y con sed, con ilusiones o sin ellas; tu destino será siempre mi destino también. Hasta que la suerte nos sonría a ambos. Porque no pienso tirarlos a la basura. Sería el último lugar de miseria que yo podría escoger para ellos. Y tampoco se lo merecen.

Ricardo Figueroa-La Máquina de Escribir.

Comentarios

  1. Günter Wilhelm Grass (Ciudad libre de Dánzig, actual Polonia, 16 de octubre de 1927 - Lübeck, Alemania, 13 de abril de 2015)1 fue un escritor y artista alemán, galardonado con el Premio Nobel de Literatura y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1999.

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