EL HOMBRE DE LA ESCALERA






El Hombre de la Escalera.

Nueve de la mañana. La calle del barrio en el nororiente de la ciudad luce tranquila con sus gentes y transeúntes yendo y viniendo como autómatas de un tiempo repetido. El calor es notorio y obliga a buscar el sentido contrario donde la sombra se mezcla con los olores tempraneros de las ventas ambulantes y las basuras acumuladas en bolsas negras. Un hombre con camiseta deportiva, bermuda y en chancletas sale de una de las casas con una escalera al hombro. Saluda a quien quiera contestarle e inquiere con buen humor a los que posan de buenos y grandes amigos.  Sus vecinos lo reconocen y el hombre sonríe satisfecho de ser quien es a costa de la censura y el rechazo manifiestos de los otros, los que por envidia y camuflados en sonrisas postizas simulan comulgar con su alegría. Cruza la esquina después de haber caminado dos cuadras. Se detiene para  observar algo inusual que le llama la atención.  Apresura los pasos. Llega al sitio. La casa es de dos plantas, con amplios ventanales y azotea cubierta donde se aprecia el montaje de un pequeño gimnasio instalado para uso particular. La puerta, a esas horas, está sospechosamente abierta. El hombre saca algunas conclusiones. Arrima la escalera a un lado de la puerta y llama. Nadie le contesta. Decide entrar sin dejar de dar voces. El temor lo invade. Era extraño  a esa hora encontrar la puerta abierta. Alguien debía estar en apuros. Gritó por última vez antes de obtener la respuesta final.
_ ¡Qué hace, porqué entra de esa manera a mi casa!
_ Discúlpame. Vine a devolverte  la escalera. Cuando llegué encontré la puerta abierta. Llamé como hace todo el mundo y nadie me respondió.
_ ¿La puerta abierta?  Estoy segura de haberla cerrado antes de subir al segundo piso. Me estaba bañando.
_ O se que estoy llegando en el momento justo…
_ ¿Disculpe? No lo entiendo. En el momento justo de qué. Explíquese.
_ De que otra persona pudiera ingresar a la vivienda. Un individuo desconocido y peligroso. Por ejemplo.
_ Le digo que estoy segura de haber cerrado la puerta. No me explico porqué la encontró usted abierta.
_ Si no la hubiera encontrado abierta, tenga la absoluta seguridad que tocaría primero. Y, en caso tal de no encontrar respuesta,  me devuelvo con la escalera por donde vine.
_ Bueno. Discúlpeme. Tal vez cometí una imprudencia por distracción. He estado con problemas  últimamente. Usted comprende. Le agradezco que haya llegado a tiempo. Pudo haber sido peor.
_  Peor y grave. No tienes idea de lo malo que se ha puesto el barrio en los últimos días. Dicen que es gente de sectores aledaños. No quieren dar tregua en su accionar delictivo. Si te duermes, pierdes.
_ No me haga sentir mal. Más de lo que estoy en este momento. Pasé de grosera con usted, y lo que me hizo fue un favor.
_ Dónde te pongo la escalera, Susana.
_ Atrás. En el patio. Junto a la caneca azul. ¿Está haciendo  algún trabajo importante en su casa, Rodrigo? Lo he visto muy dedicado desde…
_ Si. Algo de pintura. Desde que se fue Beatriz. Me propuse darle un aspecto renovado a la vivienda para cuando ella regrese. Mi esposa se queja del deterioro de las paredes. Quiere verlo todo impecable. Reluciente. Se vuelve cansona con el tema. Todas las mujeres son iguales.
_ Se equivoca Rodrigo. No todas somos iguales. Es en las generalizaciones cuando se entra en la fastidiosa polémica del crimen y el castigo.
_ Eso quiere decir que usted sí es distinta, Susana.
_ Al menos no me considero tan “complicada” para vivir. Tomo las cosas con calma teniendo en cuenta eso sí lo que es bueno o malo para mí. Sencillo.
_ El factor conveniencia querrás decir.
_Dentro de cada uno pugnan el bien y el mal para lograr supremacía. Es tu libre albedrío el que escoje. Al final somos buenos hasta donde se es capaz de serlo y malos hasta donde lo exigen las circunstancias. ¿Ha leído a Rousseau? “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”  Si hay otro ejemplo de conveniencia me gustaría conocerlo de su parte, Rodrigo.
_ Me parece que me obligas a ser sincero contigo, Susana.
_ Hazlo entonces de una vez para que nos vayamos entendiendo.
_ Soy bueno y de hecho me siento recompensado de serlo en estos momentos. Fíjate que he llegado a tu casa y he encontrado la puerta abierta. Me pareció correcto y honesto llamar primero. Hacerlo repetidamente para que me oyeras. Pude ser malo cuando al llegar a tu casa y encontrar la puerta  abierta ingresara sigilosamente dejando la escalera afuera. En esos instantes de locura una fuerza superior a la bondad se estaba  apoderando de mí exigiéndome. Imponiéndome una necesidad desconocida, quizá diabólica. Mi libre albedrío actuó de inmediato llevándome a optar por la decisión y el comportamiento adecuados.
_ Está reconociendo sus malos instintos sabiendo de antemano que me encontraba sola.  ¿Será posible que un hombre deje de pensar en lo peor al encontrar una mujer sola y desprevenida dándole la espalda?
_ Para nadie es un secreto que eres bella y sigues siendo más hermosa al paso de los días Susana. Hay una corte de ávidos pretendientes allá afuera que se disputan como perros rabiosos el privilegio de tenerte aunque sea por breves minutos.  Y yo no me descarto de tan alucinante opción.
_ Es usted casado, Rodrigo, y Beatriz es mi amiga de toda la vida. Me sorprende que me diga eso ahora, no tiene lógica que lo mencione siquiera.
_ Para ti esa es la diferencia Susana. No aceptar la lógica en un asunto claro de frustración personal. Y lo que para ti suena absurdo, para mí es un hecho real e inevitable: me gustas, y el deseo que siento por ti me consume. He intentado ser coherente con mis emociones y nada impide que me sienta así cada que te pienso.  No puedo ocultarlo ya. Te amo y te deseo con todas las fuerzas de mi alma Susana, por favor, entiéndelo.
_ Me duele profundamente que le haga esto a Beatriz. Ella no se lo merece. Ha sido una buena esposa para usted. Lo ama y lo respeta. De eso no cabe duda. Debería estar avergonzado de ponerse en ese plan conmigo. Le ruego ser más sensato y considerado con ella. ¿Y sabe qué Rodrigo? Olvídese de esto que me está diciendo y váyase. No quiero volverlo a ver nunca más en mi vida.
_ La parte buena que había en mí ha sido sustituida por una atracción cruel y dolorosa. Mi deber es decírselo Susana. No es mi culpa. No soy capaz de seguir ocultándoselo más. Usted me ha convertido en un ser malo y perverso sin querer. No tiene caso evadir su atención en algo evidente que se desborda de toda acción y de todo control.
_ Nunca le di motivos para sentirse así.
_ Uno como hombre que es descubre detalles. Gestos. Miradas. Reacciones disimuladas que son los detonantes para que ocurra la explosión.  Lo que has provocado dentro de mí es una explosión de amor. Un cataclismo de emociones. Una avalancha de deseos. Una profusión de sensaciones únicas e indescriptibles cada que te veo. Cada que te siento cerca Susana. Ya no soy el mismo desde el primer día que te conocí…
_ Alberto también era tu amigo. No lo olvides. Estás arrojando vómito contra su tumba.
_ Y por respeto a Alberto nunca te dije nada. Entiéndelo.  Ahora está muerto, y desde la eternidad me ha de comprender y perdonar.
_ La vida fue muy injusta con Alberto. Incluso ahora de muerto su memoria está siendo profanada.
­­_ Alberto despreció la vida y la mujer que tuvo. Tú, Susanita.
_ No hablemos más de eso. Alberto siempre  actuó convencido de lo que hacía. Quiso vivir bien. Tener dinero. Quizás no midió las consecuencias de sus actos. Eso lo llevó a cometer errores.
_ ¿Te das cuenta? Antepuso su ambición de dinero por encima de todo. Incluso al hecho de brindarte un poco más de afecto y consideración.
_ Quería lo mejor para mí. Era demasiado celoso y protector.
_ Entiendo. Te dio una vida cómoda. Llena de confort. De lujos innecesarios. Quiso complacerte en todo para  asegurarse contigo.
_ Yo nunca le exigí nada que no estuviera al alcance de sus manos.
_ Las mujeres no exigen. Imponen las condiciones, que es distinto. Y para lograrlo hacen gala de una astucia y una sagacidad encantadoras. Son fascinantes, amorosas y muy seductoras. Es la estrategia sutil con la cual reclaman el estilo de vida que quieren llevar al lado del hombre que las escogió para sí.
_ Piensa lo que quieras pero no soy de ese tipo de mujeres.
_ Tú simplemente eres una mujer encantadora y muy bella Susana. No eres culpable de nada. La gracia de tu naturaleza femenina se encarga de todo.
_ Por favor  deja la escalera donde te dije y lárgate de una vez Rodrigo. Esta conversación insípida, sin pies ni cabeza, terminó aquí.
_ ¿Te estás sintiendo insegura Susana? ¿Temes demostrarme lo que eres realmente?
_ ¿Lo que soy en realidad, dices? ¿Y qué sabes tú de mi vida para querer cuestionarme de la forma en que lo estás haciendo, Rodrigo?
_ Fui tu primer amor  Susana por si ya no lo recuerdas. Tenías 16 años en aquel tiempo. Nos hicimos novios en la fiesta de grado de Alberto, justamente. Esa noche nos escapamos sigilosa, furtivamente por los corredores,  urgidos de una necesidad apremiante de besos, de abrazos, de sexo. Me lo confesaste sin titubeos: “quiero acostarme contigo”, dijiste. Estabas muy excitada y ebria tambien.  Me besaste con desesperación. Casi hasta hacerme daño con los dientes. Imposible resistirse. Me gustabas mucho. Y Alberto ya te había puesto un ojo encima. Me diste la oportunidad de ser el primero. Ni loco para rechazar tan exquisito privilegio.
_ Fueron arrebatos de juventud. Todas pasábamos por una etapa de dudas e interrogantes acerca de la castidad y esas cosas. Mis amigas, las más osadas, se atrevieron. Me dejé llevar por esas experiencias. Lástima que haya sido contigo.
_ ¿Beatriz era una de ellas? ¿De las que se atrevieron? ¿Qué sabes de eso?
_ No puedo ni debo decirte nada sobre ese tema. Beatriz es mi amiga y no es el caso traicionar ahora su confianza.
_ Beatriz fue novia de Alberto.
_ Bueno, entonces no te queda difícil interpretar el resto de la historia. Alberto ya no existe. Esos fueron otros tiempos. El destino se encargó de poner las cosas en su lugar después.
_ ¡Qué sabes tú del destino, Susana! Mírate nomás, eres una mujer joven todavía, una hermosa mujer a la que cualquier hombre de la categoría de Alberto no vacilaría en poner el mundo a tus pies.  No has perdido nada, Susana. Todo lo contrario. La vida te sonríe y el destino se encarga de llevarte a la conquista de nuevos y mejores sueños. De eso ya no debes tener la menor duda. Lástima te digo que no pueda ser conmigo. Te equivocas si piensas que lo nuestro fue lo peor que pudo haberte sucedido. No tengo todo el dinero del que ahora disfrutas de Alberto. Pero al menos no me he convertido en un delincuente para lograrlo. Con lo que tengo me basta y me sobra.
­­_ Deja a Alberto en paz. Ahora compruebo yo que no lo apreciaste como debías. Como supuestamente parecías manifestarlo estando  cerca de él.  Eres un falso y un hipócrita.
_ Llámalo como quieras. Mi amistad con Alberto tuvo muchos vaivenes. Algunos desafortunados incluso. De eso nunca te enteraste. A él tampoco le convenía que te dieras cuenta. Simplemente quiero ser honesto contigo y llamar las cosas por su nombre.
_ Ahora me doy cuenta que eres  un ser despreciable  Rodrigo.  Lo siento por Beatriz, que es mi amiga incondicional, la persona en quien puedo confiar. Ella tiene que saber esto y vas a ser tú precisamente quien se lo diga.
_ Beatriz se fue para no regresar nunca más.
_Qué estás tratando de decirme, ¿otro embuste más para justificarte?
_ Te mentí cuando te dije que estaba adecuando la vivienda para cuando ella regresara. Beatriz me estaba engañando con Alberto. Lo descubrí por pura casualidad.  Por unos mensajes indiscretos que nunca borró de su celular. Fue espantoso. Alberto le decía que seguía siendo el amor de su vida. Increíble. Se mostraba agradecido de encontrar en ella un aliciente para su vida. En fin. Nosotros, tú y yo, Susana, fuimos los grandes y únicos engañados. Simplemente nos utilizaron para estar siempre juntos ellos aprovechándose de nuestra amistad y que siempre compartimos buenos momentos tanto adentro como fuera de casa. ¿Fue el destino o fueron ellos mismos los que determinaron el curso de la historia Susana, puedes entender eso?
_ Rodrigo, lo que me dices no tiene nombre, es una atrocidad. Me cuesta creer que sea cierto. ¿Pero quieres que te confiese algo? Alberto fue el primer hombre en la vida de Beatriz. Nunca nos ocultamos nuestros secretos. Todo lo que pasaba con nosotras en el colegio era contado y revelado de inmediato. Era nuestro pacto de amigas. También nuestra venganza sobre las demás.  Pensé que eso ya era asunto olvidado para ella.  Jamás pensé que Beatriz fuera capaz de llegar a tanto para sostener un capricho de juventud, es una canalla.
_ Como canalla también lo fue Rodrigo y en gran medida. Ahora ambos están lejos. Soportando cada cual, y en su medida, el peso del castigo por sus malos actos cometidos. Rodrigo en la oscuridad de una fosa. Rodeado de podredumbre y gusanos.  Beatriz arrastrando un pecado que no la dejará vivir en paz. Atormentada por los fantasmas de su culpa. Si es que realmente algún día llegare a arrepentirse de veras. Como buena católica que aparentó ser. Este mundo es un teatro con pésimas funciones  y con actores desquiciados burlándose del público que tienen al frente. El teatro del desprecio donde los sueños surgen como pesadillas y las ilusiones como mariposas negras encegueciendo los ojos. Gracias por la escalera, mi bella Susana. Me sirvió al menos de pretexto para quitarme malos recuerdos. También para arrancarle a las paredes, testigos mudos de la tragedia, esa sombra lóbrega que las empañaba de ruindad e ignominia. Adiós amor mío, que el cielo te bendiga.


RICARDO FIGUEROA-La Máquina de Escribir.  escribidore17.blogspot.com

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